viernes, 30 de noviembre de 2012

Historias de mi embarazo. 6.- Cambios físicos.


Hay gente que dice –de verdad que lo he escuchado- que la mujer cuando se embaraza está más guapa que nunca, que se ilumina la cara, se le suavizan las facciones y se le nota toda la felicidad en la mirada.

Pues a ver, conmigo eso no funcionó. Se ve que como yo tenía muchas náuseas y muchos ardores y estaba desprendida y acojonada -por culpa de todos esos foros comecerebros en los que me apunté en plan madre psicópata-, lo que mi cara reflejaba no era felicidad propiamente dicha, era más bien un ‘¿alguien puede, por favor, inducirme el coma y no despertarme hasta que haya cumplido la semana 40?’ y claro, eso belleza lo que se dice belleza, no daba mucha.

Digamos que yo me convertí más bien en una versión chunga de Falete, pero con menos rimel –y sin kimono, Dios me libre- y más espinillas porque para mí los embarazos son una vuelta a la adolescencia y al Clearasil la mar de mala, que se ve que mientras las hormonas les dan a otras luminosidad, a mí me dan acné juvenil y un curiosón tono verdoso poco favorecedor. Injusta que es la vida.

Y es que aunque la barriga me creciera hasta términos insospechados –que la gente me preguntaba si llevaba gemelos o una cría de mamut- la cara, además de ponérseme verde aceituna, me iba adelgazando y alargándose para luego hincharse por lugares rarunos hasta convertirme en un indio viejo feísimo, en el de Poltergeits para ser exactos.

Imagino que el tener una cara de ‘oledora de mierda’ perenne no ayudaba mucho a mi belleza exterior, pero es que pasarse la vida con el vómito detrás de la oreja, olfateando alrededor en busca de la causa de tanto malestar gástrico y tantas ganas de morirse no era un estado muy agradable que digamos.

Pero para ser justos diré que es cierto que durante el embarazo tuve pelazo, bueno a ver, pelazo para mí, acostumbrada como estoy a mi pelo de rata y me crecía como a la Rosaura que tenía mi amiga Eu que con apretarle un poco los tornillos que tenía en las axilas se le alargaba hasta diez centímetros. Eso sí, el pelazo era un poco indómito y crespo, que todo se puede tener en esta vida, pero fue desembarazarme y volver al estado inicial, así que poco me duró el cuento, algo injusto digo yo, sobre todo, teniendo en cuenta que la cara de indio no sé si he acabado de superarla…

jueves, 29 de noviembre de 2012

Historias de mi embarazo. 5.- Los achaques


Una de las peores cosas que tiene el embarazo –y digo una porque haber hay un montón- son los achaques que trae consigo, que no son pocos, y que te van destrozando poquito a poco el cuerpo y la mente durante los diez meses de tortura preñatil, con la idea, imagino, de que cuando por fin nazca el crío ya estés hecha una piltrafa humana y no te sea tan duro acostumbrarte al malvivir maternal, vamos, que tras diez meses de sufrimiento, lo mismo te da ya ocho que ochenta y entre elegir quedarte con una barriga de 15 kilos o una vida sin dormir, eliges la inyección letal.

Achaques hay muchos y para todos los gustos: naúseas, rechazo a la comida, vómitos, ardores, ciática, dolores de espalda, dolores de barriga, sueño, cansancio, dolor de cabeza y otros mil. Unas sufren unos y otras, otros y algunas no sufren ninguno y van soltando por ahí la leyenda urbana de que el embarazo es un milagro maravilloso y el estado ideal de la mujer. Y luego hay otras, como yo, que los sufrimos todos, porque somos así de entregadas y si nos ponemos a algo nos ponemos en condiciones, que no se diga.

Sinceramente, creo que lo peor de todo el proceso pre y post maternal fueron las náuseas, peor que la cesárea, peor que el pinchazo fallido y que la espalda retorcida durante semanas, peor que cuando mi madre me peló una vez y la cabeza se me rizó como un querubín sarasa y mi hermana se partía de risa cada vez que me miraba, peor que cuando me pelaron como a Julia Otero, peor que casi todo.

Pasarte la noche durmiendo como si estuvieras embarcada en el Titanic y levantarte con ganas de tirarte por el balcón, con un peso metálico en la boca del estómago y todo dándote vueltas ahí dentro como en una centrifugadora, sin ganas de comer nada –ni un Phoskitos- pero no en plan ‘no quiero, gracias’ sino en plan ‘quita eso tan pestoso de mi vista o te revoleo el plato y luego te vomito encima’ y le vomitas porque eso es así(n) y no se puede evitar.

Y vas por la vida con la nariz tapada con la voz a lo Eros Ramazotti para no tener que aspirar ningún aroma que te haga la vida aún más imposible y es que el olfato se desarrolla tanto que te conviertes en Lobezno, en un perro rastreador capaz de oler un huevo frito a quince kilómetros de distancia. Y vomitar por ello.

Imaginaos como es el asunto que yo que hago mil dietas por mes y no pierdo nada más que las ganas de vivir -ni un triste gramillo por lástima- perdí cuatro kilos en los primeros dos meses de embarazo, además de la fe en el género humano y en los redactores de ‘Mi bebé y yo’ que me habían pintado la cosa… digamos que de otra manera.

Y también tuve mis ardores que me freían el esófago día y noche y que no se quitaban con nada –y mira que leí todos los foros rarunos que encontré y seguí al dedillo los consejos más surrealistas- y mis dolores de espalda que no me dejaban encontrar una postura digna y mi poquito de ciática en la pierna izquierda que me hacía una cojera la mar de coqueta y mi bursitis ardiéndome en el muslamen y mis resfriados interminables sin una gotita de oximetazolina que echarme a la nariz y mi asco continuo por todo y mi sueño aletargado que me tenía cual gusano de seda día y noche, dándome cabezazos contra los muebles y… Vamos, una ruina.

Pd. Que de nuevo mil gracias por los votos, amores míos!! Que aún no sé seguro cuál va a ser el premio físico que nos den, pero en cuanto lo sepa os lo cuento!!!

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Censura pelirrojil


Si tuviera que ponerle fecha, creo que perdí la libertad el mismo día en que me hice el predictor cuando se me acabaron las juergas, el vino, el salchichón, el jamón, el sushi y los vodkas con Red Bull y empezaron los achaques, las náuseas, las noches de maldormir, los ardores y el malvivir generalizado que ya fue acentuándose una vez que me rajaron el útero y la pelirroja lanzó su primer alarido de guerra.

Y de ahí en adelante todo fueron concesiones y pérdida paulatina de libertades como en una dictadura militar, que si no duermas más de 4 horas seguidas, que si no vuelvas a lucir una cabellera decente, que si no comas sentada, que si te acostumbres al llanto como hilo musical perenne… y subiendo, que si te pases la vida paseando jorobada para cogerle las manos a la nena para que aprenda a andar, que si soportes los espurreos de papilla en la cara, que si vivas adosada a un carro de dos mil toneladas hasta que te mate la escoliosis… y así un mes tras otro y tras otro y cada vez la cosa se va poniendo más chunga porque las necesidades van cambiando y los esfuerzos han de ser dobles y lo que es peor, ya te parecen hasta normales como los estudios éque aseguran que en época de conflictos o crisis severas la gente es capaz de renunciar a lo irrenunciable por sobrevivir. Pues eso mismo.

Y una se creía que ya había tocado techo en su entrega de armas, pero resulta que no, que la dictadora sigue pidiendo y una va perdiendo más, en una sucesión indigna de abusos pelirrojiles. Lo último: la libertad de expresión.

Teniendo en cuenta que una es periodista, perder la libertad de expresión es una cosa muy feísima, máxime cuando me sé de carrerrilla los artículos de la Constitución que para algunas cosas muy surrealistas una tiene una memoria de elefante aunque al mismo tiempo sea capaz de guardar la ropa de la nena en el congelador y pasarse buscándola una semana entera, que la locura transitoria es lo que tiene.

La cuestión es que he descubierto que la nena se entera de todo, de todo lo que hable con el pater, de lo que pongan en la tele o de lo que masculle entre dientes cada vez que me vuelvo muy loca, que cada vez es más a menudo y luego es capaz de reproducirlo en público y generalmente delante de quien no debe para humillación familiar. En plan, ‘mamá dice que no quiere comerse tu puchero porque le da asco’. Y así con todo.

Ya os conté, creo, que no hace mucho tras un episodio de juego de tronos donde una mujer paría a una especie de espíritu, la niña decidió escenificarlo una mañana en el mercado, con las piernas abiertas, gimoteando y haciendo como que se sacaba algo de ahí mismo. Ya os podréis imaginar que tuve que cambiar de puesto de verduras antes de que llamaran a Prodeni y me mandaran a chirona.

Pues el otro día después de un episodio de Gandia Shore –sí, lo sé, soy lo peor, pero me lo paso tan bien- en el que una loca oxigenada le decía a otra loca con sobredosis de melanina ‘Puta, puta más que puta’, la niña vino desde su cuarto –que pilla a bastantes metros del salón- y me pregunto ‘¿Mamá quién ez la puta? ¿Tú erez puta? ¿Yo zoy puta?’, viéndome obligada a fingir que entraba en coma para no contestar y a cambiar de canal sin enterarme al final si había o no pelea de chonis en directo.

O con Sexo en Nueva York, mi serie favorita que veo cada quince minutos, bueno que veía porque lo cierto es que no recordaba que tenía tantas escenas de sexo y sólo me faltaba que la pelirroja viera eso… Lo que era capaz de liar en el mercado…

Y así con todo, en un sinvivir de sentirse continuamente vigilada como el Gran Hermano –el de Orwel no el de la Milá- o como si tuviera otra vez 15 años y mi padre me regañara por decir una palabra malsonante –era tan pava que no llegaba a decir palabrotas- y volviendo a ver la tele familiar que es un infierno aburridísimo, recordando las palabras de la mamma que hasta que me fui de casa a los 26 años, seguía cambiando de canal alegando que aquello ‘era de mayores’.Lo que me queda, maremía.

NOTA: Señores y señoras: HEMOS GANADO el premio al Blog más Divertido de la Madresfera!!!! Muchas gracias por los votos, por la promoción y sobre todo, por estar ahí cada día!!! Porque si este blog es divertido es también por vosotros y por vuestros divertidísimos comentarios que son tan parte de este blog como los mismos post!!! Lo dicho mil gracias!!!

martes, 27 de noviembre de 2012

De engatusamientos, vomitonas y gallos homosexuales


El viernes noche, aprovechando mi cansancio extremo y mi falta de lucidez nocturna, mis amigas me engatusaron para ir a la mañana siguiente al Parque de La Paloma, que es un gigantoparque de Benalmádena lleno de bichos variados y muchos columpios, del que guardaba un desagradable recuerdo y la promesa de no volver, pero, claro, una que es débil y que por las noches no distingue el mando de la tele del sándwich de atún pues cae en la trampa y en el fragor del whatssap me entregué a la idea de un día de chicas y niños sin maridos ni sentido común.

El pater, que estaba frito por quitarnos de en medio, apoyó la moción desde el primer momento asegurando que era una fantástica idea y de que lo íbamos a pasar en grande. Y claro, una que cree que en el mundo hay gente de buena fe, pues le creyó y acordó hora y punto de encuentro como si aquella fuera una quedada de fiesta destroyer… hasta la mañana siguiente, cuando con la sabiduría y la recomposición que le dan a una 8 horitas de sueño, descubrí que aquella era una terrible encerrona directa a un sábado infernal.

El trayecto no pudo ser más terrible y no porque mi hermana no esté ducha en la conducción, que lo está –su problema es la orientación o mejor dicho la nula orientación- sino porque los primísimos entraron en bucle de matar o morir en duelo constante por los doscientos paquetes de gusanitos que habíamos comprado para los patos y las pajitas de picapica que compré en un momento de bloqueo mental y que a pique estuvieron de dejarme tuerta en un par de ocasiones.

Pero no sé si afortunada o desafortunadamente, la lucha terminó a mitad de camino gracias a que la pelirroja empezó a poner caras rarunas y a hacer extraños sonidos que anunciaban la llegada de la gran vomitona. Otra vez. Así que mientras le sacaba la cabeza por la ventana en plan perro de Los Ángeles para que le diera el aire y para que la primera arcada se la llevara cualquier motorista que pasara por allí, logré con la destreza de un ninja vaciar la bolsa del Corte Inglés en la que traía dos mudas –por si un avestruz nos tiraba al estanque de los patos- y colocársela bajo la barbilla al momento justo de la primera miniarcada de vómito… Y antes de que pudiera entonar el terrorífico sonido gutural que precede a la segunda y siempre la más grande de las arcadas, mi hermana anunció que habíamos llegado, frenó y ya no hubo más interés pelirrojil en la vomitona, resurgiendo de sus cenizas como la histérica que siempre ha sido.

Y en el parque nos esperaba nuestra amiga Isa con sus niños y una banda de gallinas asesinas y gallos homosexuales y de mal carácter que nos miraban con desprecio y hacían ascos a nuestros gusanitos para tristeza de la prole, que se entregó rápidamente al estanque de los patos que sí que recibían con agrado los gusanitos previamente espachurrados y/o chupados. Pero de pronto, como en una película de terror y ante un puñado de gusanitos que lanzó la pelirroja, aparecieron como dos millones de gaviotas terroríficas que empezaron a graznar –o lo que quiera que hagan las gaviotas- como locas, a picarle en la cabeza a los patos que huyeron aterrorizados y a subirse en los arbustos levantando las alas y amenazándonos vilmente, lo que sirvió para dar por finalizada la visita al estanque antes de jugarnos la integridad física y los globos oculares.

Y luego, perseguimos conejos que en realidad eran gatos y gatos que en realidad eran conejos y les dimos zanahorias y gusanitos rojos –para confundirles, por maldad básicamente- y nos cruzamos con una gigantojaula de cabras montesas deprimidas y otra de avestruces despeinados y de mirada desquiciada que estuvieron a punto de arrancarme un dedo y que no me quitaron el ojo –amarillo- de encima como echándome una maldición aviar de mala fe.

Y de ahí fuimos a los columpios nivel escalador profesional colegiado, a ver a la prole coquetear con la muerte en cada puente, escalera de dos metros, rocódromo y, a su vez con el contagio de la malaria en un estanque de arena convertida en barro pestoso.
Y así, entre una cosa y otra, echamos el día que pasó por una comida en el Mc Donalds con acrobacias pelirrojiles en los taburetes y leñazo en la frente, duelo de patatas y gritos demandables, lo que nos hizo sentar a los niños en otra mesa diferente a la nuestra para poder fingir que veníamos solas y que a ésos no los conocíamos de nada. Dios nos libre.

Y llenos de mierda, ketchup y otras sustancias indeterminadas nos fuimos a casa en otro trayecto infernal, durante el cual la pelirroja tuvo a bien hacerse un poco de caca encima –no mucho, pero lo suficiente para morirnos de asco-, sobre todo el primísimo y la menda que la teníamos al lado, mientras la pobre ponía el culo en pompa y trataba de bajarse los leotardos ante nuestro estupor, con la  pretensión de que yo arreglara aquello cual madre entregada mientras yo daba arcadas por la ventanilla.

Como la niña es una choni, tiene la secreta ilusión de hacer pis o caca o ambas cosas en la calle desde que un día vio a una niña en plena Semana Santa malagueña sentada en cuclillas frente a nuestro portal y desde entonces me llora por las esquinas para que la ponga a ello. Así que cuando me dijo que quería hacer caca allí mismo en el coche o en la carretera dudé de si realmente la criatura no podía aguantar más o si era una estrategia de defecadora callejera y subversiva –porque decía que en un bar no, que en la calle- aunque he de confesar que la imagen de estar llena de mierda hasta las cejas me dejó al borde del ictus y a punto estuve de bajarme en marcha, pero en esas, volvimos a llegar a casa como recién salidos de una cárcel tailandesa, pidiendo a gritos una ducha y un psiquiatra, uno de los buenos, que aquí vamos a necesitar un trabajo fino…


PD. Lo único bueno del día fue que conocí a Lucía y a su familia, una simpática lectora que también se aventuró a pasar el día en el Parque de La Paloma. ¡Me hizo mucha ilusión!

PD2. Lamento el gigantotamaño del post, pero sé que no os gusta que lo divida en dos partes, así que ahí va... todo de una vez jajjaa

lunes, 26 de noviembre de 2012

Madre sí hay más que una. 33.- La madre maniática


La madre maniática viaja siempre con un gel antigérmenes en el bolso, no vaya a ser que la niña toque una hoja del árbol del parque y coja la malaria o la gripe A o el tétanos, que ya se sabe cómo se la gastan los virus, así que cada quince minutos toca chute de antigérmes hasta el codo y a los amiguitos también, que hay mucha madre guarra que no desinfecta a su prole, con lo feo que está eso.

La madre maniática no permite que se entre en su casa con zapatos por lo que obliga a los invitados a descalzarse cual monjes tibetanos y tomar café en calcetines, resbalando por el parqué encerado y pulido hasta la extenuación y ya con la familia, la cosa adquiere cotas más surrealistas, negándole a la prole –y al marido- sentarse en la cama con ropa de calle ni mucho menos entrar en la cocina, con la de vapores absorbe olores que se dan allí…

La madre maniática cría niños maniáticos que son capaces de lavarse las manos quince veces por minuto hasta arrancarse tres capas de piel y un par de lunares de nacimiento o hiperventilar de mala manera si comen fuera y no pueden lavarse los dientes después de cada bocado, con lo sibilina que es la caries y la piorrea, mientras tus hijos que usan el cepillo para lamerlo o para peinar a la Barbie y se comen la pasta a lametones, no entienden qué demonios le pasa.

La madre maniática no permite que sus hijos toquen los columpios –vaya que estén oxidados o regados con antrax- ni que recojan nada del suelo aunque sea un billete de 500 o la muñeca que le regaló la abuela, lo coge ella, con los guantes de bolsas de plástico de la frutería del Mercadona –que manga cada día- y los introduce en una bolsa con autosellado para desinfectarlo en casa, mientras tu hijo la mira atónita lamiendo la pelota llena de barro como si no hubiera un mañana.

La madre maniática no deja que su niño coma nada de nadie, así que el chiquillo mira lampón mientras el resto de la minipandi se reparten gominotas sobadas y gusanitos a medio chupar y su madre le aplaude, le endiña un cacho de zanahoria previamente esterilizada y le echa otro chute de gel desinfectante, que las verduras las carga el diablo.

(Nivel de identificación personal con la madre maniática 0 sobre 10)

Y repetimos:
Cada lunes, un nuevo modelo de madre en ‘Madre sí hay más que una’. Entendemos que son tipos muy puristas y que más de una podéis picar de varios a la vez, pero de cualquier manera, hagamos autocrítica y encasillémonos, será divertido!! Los que no seáis madres podéis encasillar a las vuestras, a vuestras hermanas, a vuestras amigas o a vuestras mujeres… que todo sea crítiqueo y algarabía. Eso sí, que conste que desde ‘Hija no hay más que una’ no queremos juzgar a ningún prototipo de madre, o no mucho al menos, así que, por favor, que nadie se ofenda que nos va a tocar a todas… pero entretanto, a divertirse!


NOTA:  Nos pisan los talones en Los Premios Madrésfericos, pero no dejaremos de luchar!! Así que si alguien aún no ha votado y quiere hacerlo... ¿Quién soy yo para evitarlo? jajjajaja... He aquí el link. Los que quieran votarnos, han de buscar nuestra foto en la categoría de divertidos y pinchar debajo, donde pone 'vote'... Casi seguro que no ganamos porque los demás han sacado la artillería pesada... pero y lo entretenida que estoy!!! Mil gracias, amores!! Ya sabéis que mi premio preferido es que me leais cada día!!!!
http://madresfera.com/blog.jsp?url=http%3A%2F%2Fmadresfera.com%2Fblog%2Fnominados-para-los-premios-madresfericos-categorias-para-bloggers%2F

viernes, 23 de noviembre de 2012

La hora de la verdad. Parte II


- Llevo siempre una bolsa de chuches que le endiño a la nena cada vez que quiero que se siente en el carro y me deje vivir y llegar –aunque sea tarde- a cualquier parte. Que sea casi la hora de comer o incluso que haya sido maligna minutos antes no me detiene en mi gesto osado porque en realidad el premio es para mí aunque las caries se las lleve ella.

- Sigo arrastrando el carro a pesar de sus 3 años, básicamente porque es muuuy lenta y yo muy impaciente y llegar a la vuelta de la esquina me resulta una odisea que ríete tú de la de Ulises. La nena, que no es tonta, dice que me suba yo, pero yo tengo mis secretos para engatusarla, subirla y poder dar un sprint hacia nuestro destino y otro hacia mi lumbago extremo de tirar de la mole.

- Soy una mala madre porque me niego a que la plastilina entre en casa a pesar de que sé que a la nena le encanta –y a mí también- y que desarrolla la creatividad, el noséqué educativo y muchas pamplinas más. Pero pensar en la de improvisados mosaicos pegados en la tele, las uñas llenas hasta la raíz y las huellas aceitosas por toda la casa, me dan espasmos, así que ni mijita, que bastante destrozados tengo ya los nervios…

- Cada vez que le desenredo el pelo y me atasco en algún mechón de nudo imposible, se lo corto. A cara perro. Porque es eso o pasarme una hora desenredando mientras la niña chilla como si la estuvieran matando y así acaba pelada a dentadas como una amiguita piojosa  de Oliver Twist, pero por suerte, una vez con la cabellera seca, los tirabuzones encubren mi delito.

- Cuando ya no la tolero más, la meto en la bañera hasta arriba de agua y con todo el arsenal de juguetes dentro y para que no tenga frío le pongo el soplón al máximo directo a la cara, ella hace la sirena y me inunda el baño y yo me libero del yugo maternal más de media hora, tiempo que me sirve para balancearme cual Rainman hasta realinear mis chakras –si es que aún tengo de eso-. Y encima la nena sale hecha un guante, lista para el encame. Una maravilla, oiga.

NOTA: Muchas gracias a todos por vuestras votaciones!!!! Aunque no ganemos, el aluvión de votaciones ya es un súper premio para mi ego! Gracias mil!


NOTA2: Amorcillos, ha cambiado el link para votar en los Premios Madresféricos.
http://madresfera.com/blog.jsp?url=http%3A%2F%2Fmadresfera.com%2Fblog%2Fnominados-para-los-premios-madresfericos-categorias-para-bloggers%2F

(Recordad que hay que buscar la foto de Hijanohaymásqueuna y pinchar en la palabra 'vote, vamos, si queréis votarme a mí, claro, jajjaa)

jueves, 22 de noviembre de 2012

La hora de la verdad. Parte I

Pues mira, que sí, que con esto de la confesión del otro día de que la nena ha dormido en nuestro cuarto hasta hace una semana y ver el buen recibimiento que ha tenido mi vergonzoso secreto, estoy desatada y ahora lo de las confesiones va a ser un no parar, que una vez vi una película en la que un psicólogo decía que los secretos pueden matarte y no estoy yo preparada para la muerte, qué quereis que os diga, máxime con la Navidad tan cerca, con lo que a mí me gusta la Navidad y la carta tan larga que le he escrito a los Reyes Magos. Así, que ahí van unas pocas para ir soltando lastre...

1.- La nena sigue usando chupete para dormir. Vale que al final tenga que invertir mis ahorros para mi ansiado anillo Bvlgari en una ortodoncia de urgencia nivel extremo, pero el que la nena me duerma 11 horitas del tirón a base de chupetones, eso no está pagado y quien diga lo contrario miente o la falta de sueño le ha afectado al hipotálamo.

2.- Aún usa biberón. Ahora pueden gritar y rasgarse las vestiduras al unísono en honor de la pediatra que si lo supiera me quitaba la custodia –igual se lo digo…-, pero entre endiñarle el biberón y dejarla tontear a sus anchas lametón va y lametón viene o vivir las mañanas al borde del infarto con un vaso al borde del desbordamiento continuo y/o su consecuente volcado a elegir entre a) el uniforme b) el sofá c) mi cuerpo serrano, elijo muerte. Nuk forever.

3.- Juega con mi móvil y con el del pater. Y además de gastarle la batería y bajarse vídeos guarros y gatos parlanchines de pago, llama a todos mis contactos –incluidos antiguos jefes- con los que mantiene surrealistas conversaciones iniciadas con monólogos tipo ‘María de Nazareth, esposa de José carpintero artesano’ que imagino que forma parte de la función de Navidad del cole o eso o la niña ha tenido una aparición mariana en el salón.

4.- Le dejo cualquier objeto valioso con tal de que se calle. Y me da igual que lo haga añicos o que se convierta en futura participante de Hermano Mayor, ver un episodio de Modern Family sin que me chille a la oreja la canción de Bob Esponja, merece el sacrificio, que mira que los de Hermano Mayor luego acaban en Gandia Shore y ganan una pasta en derechos de imagen. Que igual no está tan mal.

5.- A veces le regaño severamente y otras veces hago la vista gorda ante lo mismo, sumiéndola en un caos educacional. Pues sí, porque estoy muy loca y soy muy bipolar y a veces tengo fuerzas para hacer las cosas bien y otras veces sólo me queda energía para arrastrarme hasta el sofá y fingir que sigo viva.


NOTA: Pues resulta que me acabo de enterar que los de Madresfera me han nominado para el Premio al Blog más Divertido de la Madresfera, así por la cara, y ya os podéis imaginar la ilu que me hace… Si ya queréis que me reviente el ego y encontráis un hueco, igual os mola votarme… o no, pero recordad que los Reyes Magos lo ven todo, todito, todo. Ahí lo dejo, tenéis hasta el día 30 de noviembre para pensároslo!
(Tenéis que pinchar el siguiente enlace, buscar mi fotillo y pinchar debajo de ella donde pone 'vote'). Pues eso. Y mil gracias!!

http://madresfera.com/blog.jsp?url=http://madresfera.com/blog/nominados-para-los-premios-madresfericos-categorias-para-bloggers/

miércoles, 21 de noviembre de 2012

He de decir...


Después de mi confesión de ayer sobre el hecho de que la pelirroja hubiera compartido habitación con nosotros hasta hace poco más de una semana he de aclarar los siguientes puntos:

- Que estoy agradecida de que hayáis sido tan comprensivos con mi falta de voluntad y no hayáis intentado partirme la cara, máxime cuando a la gente conocedora del asunto del mundo real –léase el no virtual- le ha faltado poco menos que escupirme en un ojo. En el del tic para ser exactos.

- Que dado que me decís que el colecho mola entre el mundo neohippie, he pensado pedir cita con la matrona loca de pestañas azules que me hizo la vida imposible durante mi embarazo sólo para decirle que la niña ha dormido en mi cuarto hasta los tres años como una buena colechadora, a ver si así me perdona por lo de la lactancia artificial, aunque esto último mejor no se lo recuerdo.

- Que nosotros no colechábamos –que palabra más fea, leñe- que la nena tenía cama propia con sábanas de mariposas, pegada a la nuestra y no solía subir a la grande a no ser que al pater le diera por el amor hacía la prole, en cuyo caso lo hacía por su lado y las patadas las recibía él, que para eso es el que profesa amor a la descendencia por las mañanas, que yo antes de desayunar soy una ogra con el síndrome premenstrual.

- Que os debo un post sobre la ‘intimidad’ cuando se me pase el pudor, que eso sí que tiene tela marinera. De momento, me reproduzco por esporas.

- Que me parece perfecto que algunas hayáis sacado a vuestros retoños a los 2 días y que otras aún lo tengáis en el cuarto aunque ya tengan bigote, que para gustos, colores y para supervivencias, las de cada uno, que la vida maternal es muy dura y cada una la lleva como mejor le vaya la milonga.

- Que casi dormía mejor cuando el pelirrojismo dormía adosada a mi cama, evitándome así excursiones nocturnas para taparla, recolocarle a KikoNiko o como se llame el oso tullido de Imaginarium y asegurarme de que no ha entrado una banda de rumanos asesinos a arrancarle la cabellera mientras yo escuchaba los ronquidos del pater.

- Que puestos a elegir casi hubiera sido mejor opción dejarla a ella en el cuarto matrimonial y ponerme un cuarto para mí, como cuando era adolescente, con mi propia tele y mis cositas a buen recaudo y sin ronquidos –ni del pelirrojismo ni del pater- que enturbiaran mis dulces sueños. A ver, que igual se lo pido a Reyes, que la pelirroja va contando por ahí que te lo traen ‘Zi erez güena güenizima’ y yo de eso sé un rato, que para eso soy madre.

martes, 20 de noviembre de 2012

Vamos progresando


Pues eso, que en casa vamos progresando a pesar de las pocas ganas que le ponemos y de lo que nos cuesta un cambio, que cuando una vive ya al límite de la cordura y el estrés, jugarse la poca tranquilidad que le queda en casa fruto de la rutina es un pecado mortal, un tentar a la suerte, una apuesta a caballo perdedor generalmente con final infeliz.

Ya os he dicho muchas veces que soy una pusilánime y no me avergüenza reconocer que me acobardo ante las situaciones de cambio obligado en la vida del pelirrojismo y, por ende en la nuestra, que una está muy cansada y muy mal de lo suyo, pero claro tampoco era plan que la niña fuera a la Universidad con los pañales puestos ni que presentara su tesis doctoral con el chupete de goma, así que en su día tuve que plantarle cara a este par de asuntos con un sorprendente, satisfactorio y rápido resultado.

Sin embargo aún nos quedaba un asuntillo pendiente que siempre trato de obviar en las conversaciones para que la gente no me eche a la hoguera de una patada o me ponga de vuelta y media, torturándome con consejos neonazis sobre cómo atajar el asunto que a mí, sinceramente, no me parecía tan grave…

Y es que la nena ha estado durmiendo con nosotros hasta hace exactamente una semana. Ea, ya lo he dicho.

Pues eso, que la nena dormía con nosotros más por nosotros que por ella –que la pobre nunca probó otra cosa- pasando de la cuna a una cama de 90 adosada a la nuestra, como en la posguerra, donde una familia entera dormía apretujada en la misma habitación, compartiendo colchón y mendrugo o como la familia de Charlie el de la Fábrica de Chocolate de Willy Wonka.

Aquello era más por nosotros como digo porque me daba penilla abandonarla a su suerte a la habitación contigua, lo cual también era un despropósito para hacer las comprobaciones de supervivencia nocturna de pasarle el dedo por la nariz o de taparla en pleno mes de enero o de librarla de pesadillas y miedos varios, que yo soy muy asustona y me compadecía del pelirrojismo tan chico y tan incomprendido.

Pero claro, la presión social y el miedo a que la niña acabara trayéndose al novio al dormitorio y aquello ya fuera una comuna gitana, hicieron que decidiera que era hora de independizarla y pasarla al cuarto que una vez decoré con esmero para ella, pintado a rayas rosas y blancas y con sus muebles preciosísimos en blanco Ikea.

El problema es que durante su ausencia, el cuarto había sido invadido por mi cinta de correr, ésa que una vez me compré cuando creí que iba a ser deportista y que es grande hasta decir basta, así que precisamos de un plan, del primo Diego y de muchas ganas para trasladar la cinta al dormitorio mío, la cama de 90 al suyo y pasarnos por Ikea y por el Corte Inglés a comprarle a la nena un mueble de ésos feísimos para guardar juguetes, una lámpara de leed en forma de fantasma con sobrepeso y una funda nórdica de Hello Kitty con todos sus accesorios y su capacidad cegadora de mentes infantiles.

Y así fue como le recolocamos el cuarto y la nena que había sido previamente avisada de lo que se le venía encima, lo aceptó como el mejor de los regalos de su cumpleaños, aunque nadie sabe por qué motivo, ella asegura que se lo regalaron los Reyes Magos que al parecer vinieron de noche y lo decoraron todo… que se ve que los usurpadores no tienen bastante con quedarse con todos los méritos del día 6 sino que también pillan rasca el resto del año…  Sinvergüenzas.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Madre sí hay más que una. 32.- La madre multitarea


La madre multitarea se levante antes de que amanezca para tener tiempo de ducharse, pintarse y a veces hasta desayunar antes de levantar a la prole, vestirla, darle la leche y subirlos al coche con el corazón en la boca y el tiempo justo para soltarlos en la puerta del colegio y al borde del infarto acelerar el coche para llegar al trabajo antes de que la despidan.

Llega a la reunión media hora tarde, pero llega y trae los informes listos, llenos de potito, pero los trae y es capaz de atender al jefe sin dormirse del todo –bueno, un poco sí- a pesar de que anoche no pegó ojo con la tos de la peque y las pesadillas del mayor que la traen por el camino de la amargura  y es incluso capaz de hacer algún comentario coherente entre el pensamiento de comprar Romilar y una pomada de zinc cuando salga del trabajo.

Y no es hasta que sale por la puerta cuando descubre que lleva una piruleta pegada al bolsillo del pantalón, marcándole una mancha con muy mala pinta, pero da igual porque va con el tiempo justo de recoger al niño de kárate y a la niña de baile regional donde acaba de acordarse de que hay que llevar una falda para la actuación de fin de curso aunque con suerte ya habrá muerto de un infarto para entonces y se librará de pegar las malditas lentejuelas.

Y recoge a los niños en doble fila, mientras le pitan los otros coches y un Policía local amenaza con ponerle otra multa y sale disparada a casa a poner lavadoras, bañar enanos y hacer la cena mientras da pequeñas cabezadas contra la encimera y llega el pater, con cara de muerto en vida y se suma a la multitarea y se dividen los niños y las cenas y los acicalan y los preparan para la cama con cuento y achuchones incluidos para después dejarse morir en el sofá y masticar un poco de pizza fría mientras repasa la lista de tareas pendientes para mañana con las neuronas justas que la llevan al dormitorio y la dejan KO hasta la primera tos de la nena, antes de alcanzar el primer sueño.

Y mañana más.

(Nivel de identificación personal con la madre multitarea 4 sobre 10)

Y repetimos:
Cada lunes, un nuevo modelo de madre en ‘Madre sí hay más que una’. Entendemos que son tipos muy puristas y que más de una podéis picar de varios a la vez, pero de cualquier manera, hagamos autocrítica y encasillémonos, será divertido!! Los que no seáis madres podéis encasillar a las vuestras, a vuestras hermanas, a vuestras amigas o a vuestras mujeres… que todo sea crítiqueo y algarabía. Eso sí, que conste que desde ‘Hija no hay más que una’ no queremos juzgar a ningún prototipo de madre, o no mucho al menos, así que, por favor, que nadie se ofenda que nos va a tocar a todas… pero entretanto, a divertirse!

jueves, 15 de noviembre de 2012

Yo renuncio. IV



A tener manías para dormir. Que si no te vuelvas de mi lado que no me gusta cruzar respiraciones, que si de este lado mejor no me pongo que me noto el corazón y me da angustia, que si esta almohada es demasiado baja… Ahora bastante tienes con tener media cama (o un tercio) para ti sola y bien podrías dormirte en un árbol de hoja caduca con tal de que hubiera un poco de silencio a tu alrededor.

A tener objetos reservados para ocasiones especiales. Cuanto más guardes algo como objeto preciado para momentos especiales más se coscará la bestia de que aquello es importante y valioso y pasará al puesto número 1 de su lista de cosas con las que hacerse en un descuido tuyo para luego destrozarlo a gusto y en secreto.

A ponerte mala. Y a tomarte tu medicación y meterte en la cama a dejarte morir hasta que los virus se vayan por donde han venido y te dejen en tu estado natural, que tampoco es muy bueno, pero es algo. En cambio, tendrás que seguir haciendo de madre, aguantando los envites de la prole que no entienden de compasión hasta que por arte de magia y tras mirar cara a cara a la muerte en al menos dos ocasiones, revives.

A ir de compras. Me refiero a ir sin correr como un Carl Lewis desquiciado cogiendo prendas hasta con los dientes para pagar en tres minutos a ser posible a las cuatro de la tarde –cuando hay menos gente- y huir a casa a probarte lo comprado, achuchando la puerta para que no entre la bestia y con la misma ilusión que un cerdo el día previo a la matanza. Me refiero a disfrutar, a mirar por los pasillos buscando looks, estilos y posibles combinaciones… a hacer dos, tres y hasta cuatro visitas al probador con todas las prendas it de la temporada y disfrutar probándotelas con una amiga o tu hermana o tú misma en tu tranquila soledad…

A una mañana de resaca. Qué fue de aquellos tiempos de dejarse morir en el sofá todo el domingo y alimentarse a base de Coca Cola Zero, Espidifen y patatas Lays Campesinas viendo comedias románticas y tapada con una mantita. Ahora si tienes la suerte de pillarte una juerga, pagarás caras la consecuencias con un día después de gritos infantiles, Caillous, juegos, empujones, olor a potito y muerte.

Yo renuncio. III


(...)
A llevar bolsos de mano. De mano o de pie. Sólo son compatibles con la maternidad los bolsos bandolera que puede una colgárselos por la mañana y tenerlos ahí casi sin darse cuenta hasta la noche, pero eso sí, han de ser lo suficientemente grandes para que te quepan dieciocho paquetes de kleenex, tres chupachups a medio chupar, un par de pettit suisses, un paquete de toallitas húmedas y el Apiretal por si hay una urgencia… Si no caben tus cosas, te fastidias. Pero de carteras de mano monísimas o de bolsos baúl de esos que se cuelan de la muñeca con el brazo en alto, ni mijita. Las dos manos han de estar libres y entregadas al abusivo mundo de la crianza.

A los pendientes largos. Básicamente queda prohibido cualquier pendiente que no sea de botón a no ser que quieras perder la oreja en plan Van Gogh o quedarte con un agujero de ésos infinitamente alargados de las ancianas… de los tirones que la prole te va a dar a traición cuando menos te lo esperes.

A leer. Ya no digo un libro de una sentada como en mis mejores tiempos, ni siquiera en dos semanas, hablo de un par de páginas de una vez pillando algo del sentido de la novela –que al leerla de tarde en tarde se hace un tostón de mil demonios- o de una revista antes de que salga el siguiente número y se me quede desfasado el look de la temporada y a ser posible sin encontrarme páginas pegadas por alguna sustancia pegajosa ni chillidos en la oreja ni alarmas escatológicas ni alimenticias ni de ningún tipo, que parece que la pelirroja es de la liga antilectura, leñe.

A los potingues. A echarse una mascarilla nutritiva en pelo –de una hora me dice la peluquera de uñas nacaradas ¿estamos locos?- cremas anticelulíticas, reafirmantes, antiestrías, aromáticas y su puñetera madre. Bastante tienes con echarte gel cuando te duchas y con un poco de suerte algo de acondicionador capilar para no dejarte el poco pelo que te han dejado los disgustos en el cepillo de púas.

A los looks impecables. A prepararse los looks según los dictados de la moda, conjuntando vestido, cinturón, pañuelo, chaqueta, botas y hasta pendientes. Ahora, bastante tienes con no ponerte algo manchado y si está manchado pues tampoco hay que ponerse ‘mijitas’, te recolocas el pañuelo y a volar. Vida perra.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Yo renuncio. II


(...)
A arreglarse igual que antes. Una puede poner su empeño y dedicar su tiempo a la chapa y pintura para seguir fingiendo ser una chica sana y mona, pero jamás volverás a lograr el mismo resultado y no sólo porque la maternidad te haya avejentado, que también, sino porque aunque te pintes los ojos con la misma sombra y el mismo lápiz y el mismo rimmel no lo harás con la parsimonia o el relax de antaño sino frenando con un pie a la bestia para que no se haga con los polvos bronceadores y placándola con la mano que te queda libre para que no trinque la barra de labios nude y haga una interpretación libre de pintarse los labios. Igual pasa con la plancha, que tiene que hacérsela una escondida tras la puerta y agazapada como un chino cosebalones no vaya a coscarse la nena de para qué sirve el aparato y acabe achicharrándose y achicharrándonos a todos, así que con cinco minutos mal contados vamos que nos matamos. Resultado: una ruina.

A llevar collares largos. Vivir con un terrorista en brazos es una tarea muy peligrosa de por sí pero hacerlo con un collar al que poder asirse como a las riendas de un caballo, colarse dentro a modo de mujer de dos cabezas dejándote sin aire y sin ganas de vivir o estirarlo hasta partirlo y llenar todo el suelo de perlitas y piedrecitas minúsculas con las que poder luego atragantarse o matarse o matarte son ganas de complicarse la vida. Gargantillas y mucho es.

A mantener una conversación coherente con otro adulto. Y cuando digo coherente, me refiero a que lo que diga la una tenga algo que ver –aunque sea mínimamente- con lo que comentó la otra y así hasta lograr construir tres frases cada una sin interrumpir cada cinco segundos en plan: ‘Fíjate que el otro día me encontré con… Tómate el colacao, que se te va a enfriar y luego dices que se te hace nata!! Pues eso, como te decía que el otro día que fui de compras… No te tires al suelo, que llevas el pantalón nuevo!’ Y así hasta el infinito. Lo positivo, es que si tu interlocutora también es madre no sólo lo entenderá es que ni siquiera se dará cuenta de la conversación surrealista que lleváis manteniendo desde hace meses.

A usar taconazos. A ver los puedes usar para cuando vayas con tus amigas y sin niños a fingir que no te importa destrozarte los pies en tu noche libre, pero para correr detrás de ellos por el parque esquivando a otros niños suicidas y encajándote en la tierra quedándote anclada cual espantapájaros, para empujar columpios tratando de mantener el equilibrio o para transportar los 18 kilazos de la prole en la espalda… como que no son la mejor opción. Para no morir, digo.

(Continuará...)

martes, 13 de noviembre de 2012

Yo renuncio. I


Cuando una se inicia en esto de la maternidad, ya sabe de antemano que tendrá que renunciar a muchas cosas porque aunque una, embarazada hasta la boca, quiera hacerse la tonta y negar la evidencia de la vida perra que la espera, en pro de ensalzar la maternidad en plan cuento bucólico de primavera, hay cosas que se saben por lo que nos cuentan o por lo que vemos en las pelis o por pura y aplastante lógica de ver como vemos el declive de las madres recientes de nuestro alrededor.

El problema del asunto –uno de ellos, que haber hay unos pocos- ya no es el hacerse con los renuncios básicos –y tortuosos- que suponen el dejar de dormir a pierna suelta, el ver un maratón de series, el vivir un fin de semana de juerga intensiva o el irte de beca Erasmus aunque seas viejuna y haga mil que has terminado la carrera, que de ilusiones también se vive…

Lo que ocurre es que además de estos y otros renuncios básicos existe un submundo de pequeños renuncios que si cabe te harán la vida más tortuosa y deprimente y que jamás se te había pasado por la cabeza hacer y de los que nadie te había hablado jamás.

Aparentemente,  son pequeñas cosas sin importancia, pero cuando a una ya no le queda nada, se convierten en imprescindibles como las cucharillas de plástico o las cartas de amor de psicópatas para los presos, que sirven para mucho.

He aquí un listado de algunas de esas cosas a las que renunciamos sin saberlo cuando entramos en el oscuro negocio de la maternidad.

A pintarnos las uñas. A ver, poder puedes pintártelas, porque no es tan difícil encontrar un hueco para ello, pero claro luego estás condenada al desconchado continuo y, como ya será más complicado encontrar el hueco justo en el momento del destrozo para quitártelas y volver a pintártelas, acabarás paseando por la vida como una prostituta londinense, con las uñas pintadas a bocados o, lo que es peor, te creerás muy lista y en el ascensor o en un semáforo te echarás dos pegotes de pintura justo en los desconchones creyendo haberlo clavado, hasta que sales a la calle y con la claridad descubres -tú y medio mundo- la lamentable chapuza. Así que para poca salud, ninguna. Mejor las uñas al natural.

A no llevar escotes. No es que la nena sea celosa, sólo faltaría, es que te pasarás la vida agachada para atar cordones, limpiar mocos, dar besos, amenazar a la prole con el dedo en alto y un montón más de cosas que ocurren a un metro debajo de ti y no siempre tendrás una mano que echarte al pechamen mientras te pones a su altura. ¿Resultado? Enseñar hasta el ombligo a todo el que se ponga delante. 

A ser moenna. Ahora con esto del rollo punk de las tachuelas han sacado una chaqueta en zara que me quita el sentido de la orientación de bonita que es, pero claro, tiene como 200 pinchos en cada hombro y digo yo… ¿cómo se compra eso una madre para que su chiquillo le eche la cabeza y acabe con la mejilla como el caracráter de Grease? Pues eso.

(Continuará...)

lunes, 12 de noviembre de 2012

Madre sí hay más que una. 31.- La madre choni


La madre choni sueña con engendrar una niña para poder ponerle nada más salir del útero una felpa de cinta fucsia con un lazo tamaño XL con encaje de esparto debajo, para que se vea bien claro que en la familia hay buen gusto.

Las madres chonis adoran los chándal para los niños, a ser posible de marca –da igual que sean falsos, pero con la marca en la pechera, gracias y cuanto más grande mejor- y de los colores más estridentes del mercado y para las niñas –pequeñas Mariaisabales de la vida- faldas de tul, zapatos Lelli Kelly –los Lelli Kelly los zapatitos, los Lelli Kelly los más bonitos, ou yeah- a ser posible con cuña a partir de los cuatro años y luces al taconear, medias o mejor leggins en colores imposibles y coletas, muchas coletas, infinitas coletas, cogidas con minipinzas fluorescentes o minigomillas de osos de plásticos gigantes y/o pompones.

La madre choni se pasa la vida regañándole a sus churumbeles desgañitándose en cualquier sitio público y llamándoles por su nombre completo –léase Antonio Miguel Ramírez- al mismo tiempo que profiere terribles amenzas sobre su integridad física y alude a la severa reprimenda futura que le tocara en casa de manos del pater, mientras la criatura se parte de risa en su cara y se retuerce la coletilla del pelo –amechado con tinte del Mercadona, por supuesto- y en la oreja le brilla el pendiente de cristal de los chinos.

La madre choni pelea mucho con sus niños menos cuando tiene que hacerlo, que es cuando dan por saco al personal, cuando lejos de llamarles le atención, se las llama a los que protestan porque la prole les ha pisoteado los pies, se les han subido a la espalda o han tratado de patear al perro… que la madre choni es una madre hiperprotectora frente a los desconocidos, que ya se sabe que la gente tiene ‘mu mala lesshe’.

Los niños de la madre choni no se ponen malos ni aunque les inyectes el virus de la viruela en la yugular ni aunque vuelvan de la playa con el bañador mojado y se queden jugando en la calle hasta la madrugada, con el pelo chorreando y chupando las porquerías que se encuentran por la calle y con las que la tuya entraría en coma de sólo mirarlas de reojo y es que los niños de la madre choni están diseñados para sobrevivir en las condiciones más extremas.


(Nivel de identificación personal con la madre choni 0 sobre 10)

Y repetimos:
Cada lunes, un nuevo modelo de madre en ‘Madre sí hay más que una’. Entendemos que son tipos muy puristas y que más de una podéis picar de varios a la vez, pero de cualquier manera, hagamos autocrítica y encasillémonos, será divertido!! Los que no seáis madres podéis encasillar a las vuestras, a vuestras hermanas, a vuestras amigas o a vuestras mujeres… que todo sea crítiqueo y algarabía. Eso sí, que conste que desde ‘Hija no hay más que una’ no queremos juzgar a ningún prototipo de madre, o no mucho al menos, así que, por favor, que nadie se ofenda que nos va a tocar a todas… pero entretanto, a divertirse!

viernes, 9 de noviembre de 2012

Resignación maternal


Yo quería tener una niña fina y mona como aquella compañera de colegio de ojos azules y sonrisa perfecta que no gritaba nunca –era mala, pero no gritaba que era lo importante- ni se despeinaba jamás ni en clase de gimnasia ni jugando al elástico en novena posición mientras las demás sudábamos la gota gorda y nos enganchábamos los jerseys en la reja o nos los llenábamos de relleno de bollycao o nos lo poníamos como capas para hacer el majara mientras chillábamos como hienas enfurecidas ovulando…

Yo quería una niña fina como aquella otra compañera de instituto que si hubiera estudiado en un instituto de película americana de ésas que me pirran aunque lo niegue en público –que yo sólo veo a Coppola y a Kurosawa- hubiera sido la capitana de las animadoras, la reina del baile de primavera y el premio a la mejor melena de nuestra promoción aunque lloviera a cántaros o le cayera una tormenta de granizos a primera hora de la mañana. Ella siempre estaba perfecta para una sesión de fotos mientras que las demás hacíamos lo que podíamos con esos extraños ropajes que usamos en la adolescencia cuando los padres ya nos daban cierta libertad y empezábamos a creernos modernos con peinados con tupé y pitillos con estampado de sofá de anciana.

Pues eso, que yo quería una niña así, fina y educada y creí que podía ser posible porque la pelirroja tiene cara de niña bien, pero no. No puede ser.

Esta misma tarde hemos ido a Zara a cambiar algunas cosillas de su cumple que le iban mal de talla y hemos liado una en el probador que los que estaban fueran esperando han debido de pensar que allí estábamos haciendo un teatro de variedades o un ritual de magia negra o domando leones salvajes.

Todo empezó cuando en el probador no había banqueta por lo que para poder probarle la ropa me vi obligada a tirarme al suelo en un ejercicio de agilidad de gimnasta octogenaria porque a mí eso de las cuclillas como que no, que la agilidad no me da para tanto, por lo que al estar sentada en el suelo cual activista del 15 M me era imposible frenar a la bestia en sus intentos por arrancar la cortina, engancharse las perchas en el labio a modo de gótica salvaje o arrancarse la ropa a tirones para después salir corriendo en braguitas por la sección de complementos.

Y en el tiempo que tardé en levantarme –que ya os he dicho que yo la agilidad como que no- la niña se probó unas botas del 37 y una bufanda de bolas para regocijo del personal que como digo, creyeron que aquello era un vodevil.

Para dar la impresión de ser una madre seria le regañé severamente delante de los demás no fueran a creer que por tirarme al suelo soy una tocapiés o una panderona, y la nena pareció entrar en razón el tiempo justo para entrar en otro probador que no era el nuestro y humillar a una preadolescente sin camiseta.

Por supuesto, desistí de probarle más nada y me decidí a salir huyendo de allí mientras la dependienta me decía ‘Pero si son niños, mujer, todos son así, es normal que vayan como locos’ y cuando empezaba a creérmelo vi a dos gemelas de unos 5 años que se miraban al espejo atusándose el pelo y preguntándole a su mamá si podían asomarse al otro espejo y andaban como mi amiga del instituto como deslizándose y sonriendo como si las estuvieran grabando para un programa de la televisión. Huelga decir que iban perfectamente vestidas con sus camisetas metidas por el pantalón corto, sus leotardos blancos impolutos y su felpa en el sitio justo de la cabeza.
Y me giré buscando a la pelirroja porque aquella imagen me había dejado absorta y me la encontré tirada en el suelo, haciendo el puente con la felpa en los ojos a modo de gafas y con más de medio culete blanquecino asomado sobre la cinturilla del pantalón como si fuera un fontanero de película española, mientras chillaba a voz en grito ‘Mira lo que hago, mira lo hago’ y puso tanto interés en hacer lo que estaba haciendo –que a saber qué demonios era- que de una patada echó abajo toda la colección de jerseys de cuello vuelto de la temporada…

Pues eso.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Animaladas


Nunca me han gustado los documentales de animales para otra cosa que no sea echar la siesta en su compañía porque me parecen un tostón insoportable que te dejan al borde del coma a los tres minutos de que empiece la sintonía, cuando el león ni siquiera ha sacado la patita de la cueva ni el hombre soporífero de la voz de barítono que va retransmitiendo la jugada haya empezado a hablar.

Sin embargo, a mi padre le vuelven loco los documentales, principalmente los submarinos, pero todo lo vale hasta el punto de que en mi casa siempre había y hay puesto un documental de fondo, del koala australiano, de la cabra autóctona de la provincia o de la serpiente de dos cabezas, vamos un no parar de lecciones de zoología en el salón frente a las que una no podía hacer la vista gorda.

La cuestión es que en estos años de visionado torturador he aprendido dos cosas, una que los animales son gente especialmente violenta y no tienen miramiento alguno por la discriminación positiva y dos, que sus crías aun con menos cerebro y cuarto y mitad de neuronas menos, son mucho más listas que las nuestras.

Es verdad que con el tiempo los bebés aprenden, que no son tontos para toda la vida, no todos al menos, pero lo cierto es que durante los primeros años de vida son gente bastante torpe sobre todo comparados con los bebés jirafas o los monos o los leones que salen de las partes nobles de sus madres andando como si lo hubieran hecho toda la vida y en nada de tiempo ya están preparados para la supervivencia.

Los bebés humanos a diferencia de los de los documentales no sólo es que no nazcan andando –ni que tarden 12 meses en aprender, que ya les vale- sino que son capaces de encontrar mil y una maneras de morir antes de cumplir los 3 años. Atragantamientos con minipiezas que ellos mismos buscan y encuentran, negativa a la alimentación y al descanso –ni al de sus padres-, golpes reiterados con la misma esquina en una versión jackass del día de la marmota, saltos al vacío de la cuna –esto tendrá su propio post-, y un sinfín más de enfrentamientos con la supervivencia propios de un minisuicida, lo que, sin duda, dificulta seriamente la labor de la madre humana comparado con las pocas tareas a las que ha de enfrentarse la caradura de la madre jirafa.

No obstante, el imaginar que la pelirroja hubiera salido de mi útero a dos piernas andando -como el muñeco aquél de Ally McBeal que daba tanto terror- y se hubiera paseado por la mesa del quirófano hasta saltar a la cuna desde la que me hubiera pedido el biberón a voz en grito y con todas las palabras, casi prefiero tener que manejarla yo como si fuera un vegetal o un apéndice de mi persona que así se va una acostumbrando poco a poco a la maternidad, aunque eso me valga más arrugas y menos calidad de vida pero al menos mantendré la cordura, la poca que me queda, quiero decir. No sé yo si los monos pueden decir lo mismo.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Síndrome de Estocolmo


Soy una persona a la que le gusta hacer listas. Listas y balances. Tengo doscientos pares de libretas en las que escribo balances de periodos aleatorios de tiempo y propósitos para el futuro. En año nuevo, en septiembre y tras cada cumpleaños. No me valen para nada porque no cumplo ni uno sólo, lo cual es un alivio porque así lo puedo recuperar para el año que viene y no hay que tirar de inventiva cada vez, que una está muy agotada para estar proponiéndose cosas nuevas todo el tiempo.

La cuestión es que con esto de los tres años de vida de la nena, me ha dado más que por hacer balance –que mira que poner una lista de contras estaría feísimo- por pensar en la evolución de ambas, ella como pelirroja de pro y yo como madre amantísima y estresadísima y me ha resultado curioso darme cuenta de que sin saber cómo ni cuándo, el malvivir en el que vivía inmersa en el primer y segundo año de mi estreno como madre se ha ido atenuando poco a poco hasta el punto de que he sido consciente de que ya no malvivo al mismo nivel que antes. Vamos, que malvivo, pero menos.

No tengo claro si se debe a que el pelirrojismo se hace mayor y va al baño sola, se nolimpia sola, malcome sola y a veces hasta juega sola sin superar la barrera del sonido –bueno, a veces sí, pero no siempre- lo que hace que la maternidad se haya convertido en un trabajo más fácil de llevar con el consecuente ahorro de antiojeras, psicólogos y un futuro injerto masivo de pelo para el que ya estaba ahorrando, aunque por otro lado también es posible que ya me haya acostumbrado a vivir en el alambre de la cordura, en el estrés continuo, en los días sin descanso, en las películas a medio ver, en los paseos infernales corriendo detrás de la bestia, en un mundo de manchas de helado, potitos y todo tipo de sustancias pegajosas, en una pérdida de intimidad propia de una cárcel tailandesa y en definitiva, acostumbrada a este malvivir maternal que ya considero la vida normal porque hace demasiado tiempo -1098 días para ser exactos- que abandoné la vida de ser humano decente y ya no tiene una con qué comparar, sobre todo con estas neuronas vagas que Dios me dio.

O también puede ser que haya desarrollado cierto Síndrome de Estocolmo. Que he leído en prensa que esto pasa mucho, mira la chiquilla aquella que estuvo capturada 18 años y decía amar a su secuestrador. Y yo sólo llevo tres. A los 18 igual me tatúo su nombre en un cachete. La de cosas.

martes, 6 de noviembre de 2012

Cumpleaños gitano y feliz


La pelirroja ya tiene 3 años. Aunque aparente 5 años desde hace meses, pero ése es otro cantar que sólo preocupa a su armario y a mi espalda y la incredulidad de la pediatra cuando le digo que mi niña no me come, pero en fin, lo dicho, que ya tiene 3 añazos lo que significa que yo ya llevo 3 años malviviendo y oye, como que una acaba acostumbrándose y desarrollando hasta cierto síndrome de Estocolmo con los captores y con su estrés y sus madrugones. La de cosas.

La cuestión es que tuvimos cumpleaños, bueno, mejor dicho tenemos cumpleaños porque hemos celebrado lo que viene a denominarse como cumpleaños gitano, cada día una celebración porque así es todo más intenso y acabo con los pocos ratos de paz que me quedan y pierdo un poco más de cabellera entre merendola va y merendola viene, tartas de fondant y galletas decoradas, caramelos y ganas de arrancarme los ojos.

A ver, todo empezó porque este año decidimos que no íbamos a celebrarlo en un local como hemos hecho hasta ahora pasando un poco del desembolso que supone y del estrés de tener confinadas a 50 personas entre niños sudorosos e hiperexcitados corretada va y corretada viene entre quiches de jamón y queso, empanadas y sándwiches de salchichón. Y en su lugar, decidimos hacer algo más íntimo un par de merendolas en casa para la familia y poco más y hacerlo por turnos para no volver a las aglomeraciones que nuestras familias son más numerosas que las del Opus y vienen en pandillas… que sólo ellas bien podrían repoblar un par de pueblos del norte de España.

El problema de este sistema es que llevamos cantando el cumpleaños feliz desde el viernes por la noche en un no parar de tartas, velas, regalos y achuchones cual día de la marmota en bucle del que no tengo claro cómo cuándo ni dónde vamos a poder salir.

Como digo, el viernes le preparé un bizcochito para poder cantarle antes de que se acostara y entregarle unos guantes de Kitty terriblemente horteras a modo de mini primer regalo de cumpleaños. El sábado nos levantamos con el día D y estuvimos cantando en español, inglés y alemán inventado el cumpleaños feliz hasta la extenuación mientras ella, vestida de princesa –que era el segundo regalo y que la entusiasmó a pesar de la decepción de que fuera azul y no rosa pero es que el rosa parecía de burdel del oeste- daba vueltas y hacía reverencias como si estuviera en la corte de Luis XIV, obligándonos al pater y a mí, entregados al cumpleaños a seguirle el rollo mientras con una mano limpiábamos la casa y con la otra preparaba la primera de las merendolas.

Y el sábado tarde llegó la primera tanda –mi familia- con sus regalos, sus cumpleaños feliz, sus achuchones y su jaleo y así estuvimos de cante jondo hasta las tantas jigonas, que fueron expulsados, dejándome la casa como Sarajevo, con restos de tarta en los estores y los juguetes empeñados sobre los armarios, lo normal en estos casos. Y para ser justos diré que lo pasamos muy bien aunque acabara en la cama pidiendo la extrema unción.

Y el domingo por la mañana me di a la segunda tarta y a la limpieza again mientras la pelirroja seguía en bucle cumpleañero jugando con su bolso nuevo y su paraguas de Minnie y a la tarde llegó la segunda tanda, algunos amigos con sus niños y sus cumpleaños feliz y sus regalos y sus achuchones y la pelirroja volvió a recibirlos con su traje de princesa y volvimos a pasarlo bien, esta vez más relajados –sobre todo porque no estaba mi madre para darme órdenes, que todo hay que contarlo- mientras los niños se mataban vivos, se reían, lloraban, se peleaban y volvían a reírse cual Belenes Esteban cualesquiera hasta que la pelirroja que se negaba a ir al baño y perderse parte de la diversión entretanto, se orinó encima como en los viejos tiempos y no sólo encima suya, también encina de su vestido y de su nuevo bolso de la Monster High y todo fue orín y fin de fiesta. Y volví a caer en la cama como cuando venía del campamento infantil y me pasaba una semana durmiendo.

Y el lunes, ayer, la nena se levantó gritando que también era su cumples y efectivamente, lo era porque lo celebraban en el cole y una, que está que no puede con su alma, le había hecho unas galletas de caritas para ‘loz amigoz’ como ella dice y tuvo que luchar con un ojo todavía cerrado para que optara por el uniforme en lugar de por el orinado traje de princesa para ir al cole. Y el resto de la tarde la tuvimos entre cantos de cumpleaños y recuento de regalos, todo ello con una gigantocorona de papel que le han hecho en el cole y de la que no pretende desprenderse hasta el día del juicio final.

Y hoy ha vuelto a levantarse pletórica porque es su cumpleaños y es verdad porque hoy viene la familia del pater y ya estoy preparando la tarta porque esta tarde vendrán con sus cumpleaños feliz, sus regalos y sus achuchones y los niños volverán a divertirse y a matarse –y matarnos- vivos y nosotros volveremos a pasarlo bien y si Dios se apiada de mi alma –que espero que lo haga o me autolesionaré hasta la muerte- terminaremos con el maldito cumpleaños feliz hasta el año que viene, cuando sin duda alquilaré un local muy muy grande donde celebrarlo de una sola vez... aunque tenga que empeñar el anillo de pedida o las cuencas de los ojos.