martes, 30 de abril de 2013

Nuevos achaques de embarazada


A ver que no es por quejarme –no mucho al menos- pero que cuando yo recordaba lo mala que estaba con las náuseas de la pelirroja y la gente me decía aquello de ‘no hay dos embarazos iguales’ refiriéndose al que estaba por venir, una, ilusa, creía que era para bien. Pues no. Tengo achaques nuevos respecto al primer embarazo y, además, mucho peores, que me dejan atormentada y exhausta como los rehenes liberados de la FARC que salen en el telediario, pero sin la esperanza de haber catado el fin del cautiverio.

He aquí algunos:

Los dientes. Había oído hablar de madres a las que se les pica la dentadura y le sangran las encías y cosas muy terribles y muy del extrarradio, pero yo pensaba que eso era en el siglo XIX y que hoy en día con tu boca sana, tu Listerine y su doloroso frescor –que un día se me van a salir los ojos de las órbitas- y tus cepillados rutinarios, aquello era imposible. Pues no. Aquí me tenéis con por lo menos cuatro picaduras como una prostituta de carretera y una hipersensibilidad al frío, al calor y a las garrapiñadas que ríete tú del cuñao. Qué pena más grande. De aquí a la piorrea, un paso.

Los calambres nocturnos. Aparte del traumático hecho de que se me estén poniendo las piernas como columnas romanas, con su poquito de celulitis y su poquito de pistoleras la mar de monas decorando los capiteles, los muslos deciden (en mitad de las apacibles veladas que vivimos en casa con la niña tosiendo y/o estornudando –a elegir-, el pater roncando y el cigoto pateándome el ombligo y el instinto maternal), darme unos calambres que no sólo me despiertan como si me acabaran de apuñalar sino que me dejan sin aliento, con el culete levantado y pidiendo clemencia. Cierto es que duran 30 segundos pero son tan o más terribles que ésos que dan en los gemelos y te dejan cojeando dos días.

Los ardores de dragón chino. Ni de lado, ni de frente, ni con Alquen, ni recostada, ni nueces, ni lácteos ni su puñetera madre. Antes de que para se me calcina el esófago, si no, al tiempo.

Botes barriguiles. Aparte de los movimientos convulsos de cigoto dentro de mí, que esos se suceden a lo largo del día, cuando ando mucho rato es como si algo me botara dentro de la barriga, como si corriera sin sujetador o el niño fantaseará con salirme por el ombligo. Horrible.

Asfixia nocturna. Pues sí, también tengo mi poquito de asfixia y mis bocanadas en mitad de la noche como una ballena varada en la orilla, cada vez que cigoto decide estirarse y sacarme un brazo por la traquea o en su defecto, hincarme la cabeza en el diafragma para ponérselo de sombrero cordobés. Una experiencia cercana a la muerte la mar de gratificante.

lunes, 29 de abril de 2013

Madre sí hay más que una. 50.- La madre temeraria


La madre temeraria no le teme a nada, bien por valentía, bien por pura inconsciencia, bien porque es madre múltiple y está escarmentada o bien porque no tiene fuerzas para luchar contra los elementos y prefiere dejarse llevar, la cuestión es que la madre temeraria no tiene miedo a nada y es habitual ver a sus niños subidos en los toboganes más altos, a pata coja y con ojos cerrados mientras ella come pipas y les saluda desde cinco metros más abajo.

La madre temeraria miente a los revisores de las atracciones de feria diciéndoles que su hijo es bajito, pero que en realidad tiene 15 años, con la idea de que lo dejen subir a la montaña rusa, en la que les anima a que se suban con las manos en alto, para darle emoción a la cosa. Mientras tú, desde abajo y sin conocerlos, te tapas la cara con el algodón de azúcar hasta dejarte las pestañas pegadas para no entrar en estado de ansiedad.

La madre temeraria le compra unos patines en línea a su retoño de año y medio y lo lanza a la pista del barrio de un empujón a que se juegue la vida y la integridad ósea, mientras que al bebé lo tira a la piscina a los tres meses porque ha visto en un documental que los niños saben nadar desde que nacen y lo peor es que su niño nada antes que ninguno y el patinador no se hace ni un rasguño mientras la tuya se deja la frente contra un escalón al menor descuido.

La madre temeraria deja a su niño de poco más de un año jugar en el cuarto de los niños mayores llenos de amenazas mortales en forma de minipiezas del Lego, pero por suerte, la madre temeraria es también madre suertuda y rara vez tiene algún disgusto al respecto, aunque tú ya has hiperventilado para entonces y has envejecido cuatro meses y medio.

La madre temeraria da jamón ibérico a su prole antes de que tengan dientes porque está muy bueno y tienen que acostumbrarse a los atragantamientos desde bien chiquitos, para saber reaccionar, mientras tú huyes a la cocina para no ver la muerte por asfixia y así te pierdes la coña de que pruebe el café y la tendencia a la hipertensión.

(Nivel de identificación personal con la madre temerario -10 sobre 10)

Y repetimos:
Cada lunes, un nuevo modelo de madre en ‘Madre sí hay más que una’. Entendemos que son tipos muy puristas y que más de una podéis picar de varios a la vez, pero de cualquier manera, hagamos autocrítica y encasillémonos, será divertido!! Los que no seáis madres podéis encasillar a las vuestras, a vuestras hermanas, a vuestras amigas o a vuestras mujeres… que todo sea crítiqueo y algarabía. Eso sí, que conste que desde ‘Hija no hay más que una’ no queremos juzgar a ningún prototipo de madre, o no mucho al menos, así que, por favor, que nadie se ofenda que nos va a tocar a todas… pero entretanto, a divertirse!

viernes, 26 de abril de 2013

Los juguetes preferidos de la pelirroja (I)


Niko.- El ratón de Imaginarium que le regaló mi hermana al nacer y al que no le había hecho ni puñetero caso hasta hace unos meses que se convirtió en su muy mejor amigo para dormir. Desde entonces ha sobrevivido a todo tipo de catástrofes y a un intento de secuestro en el parque del colegio. Su máxima hazaña, ha sido sobrevivir a su ensanchamiento de tres tallas de caderas al ser sumergido de estrangis –y con nocturnidad y alevosía- por la pelirroja en la bañera y además, ser emborrizado de gel Mustela hasta las entretelas. Aún así sigue vivo y no muy deforme. De momento.

Bizcochito.- No puedo para de reírme cada vez que la escucho nombrarlo porque no tengo ni idea de dónde ha sacado el nombre. Se trata de un bebé que un día fue un llorón, gigante y destartalado, que va siempre desnudo mostrando los cables de las pilas ausentes y que ya apenas puede cerrar los ojos de los pegotes de barra de labios que tiene incrustados en las pestañas. Sin duda, su preferido.

Francis.- Este es un bebé chiquito que también fue llorón y que venía en un precioso arrullo que desapareció en el minuto uno. El pobre sufre de personalidad múltiple porque ya se ha llamado Oliver, Pablo, Lucía, Sofía y Nicolás. Suele ser el segundón por detrás de Bizcochito y ocupa el carrito de la compra porque el de paseo es para el gigante tuerto.

Minnie.- Nadie sabe por qué pero es la mala de la película junto al Teletubbie verde porque es siempre la que le da más guerra cuando los lleva a todos recolgados de paseo por el pasillo, cual madre entregada, negándose a portarse bien, la que siempre está castigada y la que es ‘dezobedeziente’.

Dixy.- El Teletubbie verde, compañero de castigos junto a Minnie –que se ve que a la niña no le convencen las grandes industrias infantiles- y el que siempre acaba recibiendo las inyecciones del maletín de la doctora. Y el otro día lo llevó al hospital ‘a ponerle loz cablez’, que se ve que es el que tiene la salud más débil del cuarto.

La barbie.- Además de no tener nombre propio e ir liada en un trapo del polvo, tiene la cara fucsia como si acabara de hacerse un peeling químico de las muchas sesiones de maquillaje a la que ha sido sometida y tiene restos de plastilina verde en el pelo de cuando la pelirroja le hizo una pamela deforme. Ella viaja en el bolso, porque no es parte de su descendencia sino una amiga que la acompaña al parque. Y hablan mucho por el móvil, pero creo que tampoco come porque a veces la he escuchado regañarle, pero eso sí, en otro tono, que para eso son amigas.

jueves, 25 de abril de 2013

Sombra aquí y sombra allá o crónica de un desastre anunciado


Una  de las tantas veces que me he quejado -ojo, por aquello de mantener bien el cutis y ahorrar en tratamientos antiarrugas futuros- sobre el hecho de que la pelirroja era incapaz de entretenerse con nada que no fuera un instrumento de tortura materno o un arma mortal, una de vosotras me recomendó que le diera una caja de maquillaje, un espejo y un paquete de toallitas y que la tendría entretenida y en silencio durante horas.

A mí aquella idea me hizo hiperventilar de sólo imaginarme al pelirrojismo haciendo de las suyas lápiz labial en mano, estampándome los estores que una vez fueron blancos y machacándome las sombras de ojos por el suelo, mientras a mí me daba una angina de pecho severa, pero, claro, la desesperación es la desesperación y un día, aún no recuerdo yo a santo de qué, decidí poner en práctica el asunto del maquillaje y poner a prueba la fortaleza de mi arteria coronaria. 

Y todo fue felicidad. Con maquillaje no había niña. Había manchas y restos de polvos compactos y barra de labios en el sofá, que todo hay que decirlo, pero al menos había silencio y toda madre sabe que el silencio es el santo grial de la maternidad y yo era feliz.

Y así estuvimos una temporada, comprándole cajitas de pinturas porque la pelirroja las agotaba con la facilidad de Kimera, la madre de Melody -la secuestrada, no la de los gorilas- y aquel chollo no podíamos dejarlo escapar. El problema es que por aquello de comprar las pinturas no muy malas pero baratas, la mayoría tenían colores rarunos, los que nadie quería, imagino, y un día le pillé una paleta entera de tonos azules y azules verdosos que ni la mismísima Yurena hubiera osado usar, por cuatro euros raspados. Una ganga, oiga.

Y tras la algarabía por el regalo y la posterior concentración frente al espejo con su nueva caja gigante, el pater y yo, emocionados y felices,  nos decidimos a ver una película aprovechando que la pelirroja estaba entregada a la brocha y al pincel y la vimos, enterita y sin interrupciones, como la gente normal.

Pero claro, todo tiene un precio y este fue el rencontrarnos tras los créditos, con una pelirroja hiperpigmentada en azul, desde la frente y hasta los pies, como recién sacada de Avatar, que a base de refregones de brochas y esponjitas se le había quedado incrustado en todo su ser. De hecho, todas las zonas en las que no había pijama eran azules y por mucho que la frotamos, no hubo manera de quitarle un velo azulón de la piel, que le daba un aspecto, como poco, tenebroso, como aquella niña demoníaca de Charlie y la fábrica de chocolate que se convertía en un arándano y explotaba, pero en real. Aunque sin explotar, eso sí, que a pesar de todo hay que estar agradecidos.

El problema es que esa tarde teníamos merendola familiar en casa de mi tía Laly y no me quedó otra que sacar a la versión añil de la pelirroja a las calles y toparnos con un montón de miradas aterrorizadas que no sabrían si la niña estaba falta de oxígeno o si pertenecía a alguna nueva raza humana.

Hasta que nos topamos con un padre y su hija, que sería algo menor que la mía, y que soltó chillando 'mira, papaá, ¡esa niña qué rara... tiene pupa en la cara! Es azul...'  y el padre que no sabía dónde meterse le dijo 'no, yo creo que es que se ha maquillado, ¿verdad guapa?', sonriéndole a la pelirroja con la cara desencajada del mal rato y esperando que yo no le dijera que era el color natural de la nena y tuviera que hacerse el harakiri allí mismo en estado de máxima culpabilidad.

'Es que se ha echado media caja de maquillaje encima' le dije riendo para atestiguar que a pesar de la cara de perro rabioso de la pelirroja no éramos gente peligrosa.

Pero la nena no estaba dispuesta a que pusieran en duda sus dotes como maquilladora y con los ojos hincados en el suelo gritó 'No tiene grazia, mamá, ¿no vez que eza niña ez un bebé y no entiende?'. Y para darle más dramatismo a la situación, se dio la vuelta y la señaló inquisitivamente, con el dedo en alto como un patriarca gitano y le gritó '¡eztoy guapízima!', al más puro estilo Aída Nízar, mientras la otra chiquilla la miraba espantada, no sé si por la amenaza velada o por comprobar que el dedo también era turquesa.
Y así fue como me aficioné a los tonos tierra.

miércoles, 24 de abril de 2013

De este agua sí beberé o cómo meterse la lengua en el ano


Una sabe que el dicho ése de ‘Nunca digas de esta agua no beberé’ es cierto como la vida misma, pero también sabe o al menos cree que hay cuestiones que son inamovibles, vamos, que por mucho que se ponga la gente como quiera ponerse, yo nunca voy cambiarme de sexo ni a pintarme el pelo de fucsia ni a ir a una playa nudista a hacer Tai Chi, entre otras muchas cosas. Vamos, que hay algunas cuestiones sobre las que no cabe discusión alguna, no y no y punto, por muy voluble que sea una y muy mal que esté de lo suyo.

Así, una tenía una lista de esas cosas que no tenía previsto hacer nunca, la mayoría mucho menos estrafalarias de las que he puesto más arriba, pero para mí, prácticamente igual de imposibles. Vamos, que ya podían abrirse los mares y llover ranas de chocolate blanco que había cosas que yo jamás haría y aros por los que jamás pasaría. Pues mire usted, no. Vamos, que soy una farsa.

Yo, que siempre había sido ya no una detractora de las madres entregadas y chochas, sino que era de las que me cachondeaba de mi hermana por guardar los primeros libros de tareas de la guardería, me descubro ahora escaneando los dibujos de la niña e incluso mandándolos por whatssap para que vea la gente lo lista que es la pelirroja. Maremía, qué fatiga.

Y tengo guardado su primer chupete, y pijama y body y hasta un pañal de la talla 0 que me dieron en el hospital y, puestos a confesar, también una toallita de maquillaje que me mangué como recuerdo. Y lo tengo todo en una caja con un lazo, escondida para que nadie la vea. No somos nadie.

Y tengo 200 vídeos de la niña, contando cuentos con la zeta y con los ojos pegados de sueño y bailando bailes improvisados en el salón, vestida de princesa o de miniprostituta llena de abalorios y purpurina y tengo el disco duro a reventar de fotografías, divididas por carpetas por años y por meses para poder ver la evolución. Una vergüenza.

Así que ahora sólo tengo dos opciones, esconderme de la mirada guasona de los demás o entonar el mea culpa y pedir perdón, como Antonio Orozco, pero con más ganas de vivir –lo que tampoco es muy difícil- y mantener la promesa de no volver a negar ninguna posibilidad. Quién sabe si en un futuro seré un hombre de provecho, con bigote y todo. Pero, eso sí, con la manicura bien hecha, por ahí si que no paso…

martes, 23 de abril de 2013

El poder destructor del dibujo


A la pelirroja le ha dado por dibujar y en casa estamos todos acojonados. A ver, no es que la niña entre en trance como aquella médium de ‘El final de la escalera’ y empiece a dibujar cosas raras y nombres de niños muertos, tampoco es eso, que en ese caso ya estaría yo rumbo a Austria con un pasaporte falso y una peluca de pelo natural. La niña lo que dibuja son muñecos o personas o una mezcla de ambas cosas que, según nos dice, nos representan a nosotros y que han abierto una brecha en la familia.

Hasta ahora, la niña pintaba garabatos indescifrables y nosotros teníamos que adivinar con una gota de sudor frío en la frente de qué se trataba, midiendo las palabras y andando con pies de plomo para no acabar por traumatizarla respecto a sus pocas dotes artísticas.

Así que cuando un día, así por las buenas y sin previo aviso, empezó a pintar caras –feas, pero caras al fin y al cabo- en la pizarra de IKEA –que ocupa medio salón y que detesto sobre todas las cosas- el pater y yo nos miramos, emocionados al saber que la niña se nos estaba haciendo mayor y sonreímos cual padres chochos sin saber lo que se nos venía encima.

Y es que la pelirroja ha pasado de pintar caras ahí a lo loco, en plan paredes de Belmez, a especificar quién es cada cual y hemos entrado en una vorágine de celos, odios y rencores de la que ya no sabemos cómo vamos a salir. Vamos, que la niña nos está traumatizando en base a monigotes de dudosa proporción aurea.

Sin embargo, el grueso de la disputa empezó cuando la nena decidió dibujarnos a la familia, es decir, al pater, a ella misma y a mí, en ocasiones con el cigoto incrustado en la traquea –estos dan auténtico pavor- y en ocasiones libre de toda gestación, y empezaron las luchas por ver a quién pinta más grande –que según mi hermana que es una maestra de infantil ‘buscabocas’ (por no decir tocapelotas, que esta mañana me he levantado malhablada) eso indica a quién prefiere la niña-, a quién mira ella, quién sonríe más y, sobre todo, quién está más guapo o por lo menos tiene los ojos dentro de la cabeza, que a mí, al menos, me parece un punto importante.

Como era de esperar, la niña pinta al pater más grande –ya me lo pagará cuando quiera que le haga la plancha con 12 años- y más favorecido aunque con poco pelo ‘porque ze ha pelao’ , me dice la perraca para no herir susceptibilidades alopécicas, y sonriendo como si no hubiera un mañana y a mí, con cara de poli malo, seria como un apio y con la mirada perdida al más allá y con cuatro pelos contados que, para más inri, me salen directamente de los ojos y para mí no hay consuelo de haber pasado por la peluquería y cuando le recrimino se me encoge de hombros. Venga ya… Y ella en medio, con cara de desquiciada total, que se ve que a la niña le va el hiperrealismo con los pelos tiesos, eso sí, pero en abundancia y sonriendo también y mirando al pater en clara complicidad, mientras yo con cara de medicada, tres pelos-pestañas y rictus agrio miro al infinito. Habrase visto poca vergüenza más grande. Eso sí, ombligo tenemos todos, que no se diga que en esta casa no somos gente de bien.

Y lo peor son las amigas a las que le mandé el primer dibujo familiar en un chat común que tenemos por whatssap y se partían de risa –de risa de bruja malvada, quiero decir- viendo mi retrato y elucubrando si los tres pelos eran pelos, pestañas o barba, -que ya sería lo que me faltara ‘pal duro’, como diría mi abuela- en clara referencia a unos palitos que me salen de la barbilla, pero que para ser justos eran las patitas, que la muy perraca de mi hija se había olvidado hasta de ponerme el cuerpo, queriendo sacarme las extremidades del mentón, menos mal que reaccionó al ver mi cara de espanto y lo borró, dejando un resto en forma de minipalitos de dudoso origen. Aunque ahora pensándolo bien, igual no se olvidó de ponerme el cuerpo sino que con la gigantocabeza que me había dibujado y mi nuevo y desarrollado cuerpo orondo de madre gestadora de elefantes, igual la pobre ya me ve como a una señora potato, redonda toda yo. En cualquier caso, un despropósito. Mañana mismo hablo con la maestra.

lunes, 22 de abril de 2013

Madre sí hay más que una. 49.- La madre líder


La madre líder es líder por naturaleza y porque infunde una extraña admiración y respeto entre su pandilla de madres fielmente seguidoras como las jefas de animadoras de las películas norteamericanas de instituto, que llevan el pelo rubio extraliso y tienen un regimiento de compañeras detrás de ella, lamiéndole el culo y siguiendo sus pasos con devoción como si de la Virgen de Lourdes se tratara. Pues eso pero en versión TucTuc.

Si la madre líder dice de ir al parque aunque el plan inicial fuera ir a la playa, toda la pandilla de madres fielmente seguidoras abandonan la arena por los columpios como si fuera la mejor de las ideas, para satisfacción de la madre líder que gana poder y adeptos día a día y siembra su dictadora del terror entre sus congéneres decidiendo qué tuppers sí y que tuppers no son recomendables para llevar al parque.

Así, dada la bipolaridad que toda madre lleva dentro, en ocasiones aboga por llevar fruta que es lo más sano y fresco para los niños y las otras madres se pegan tortas por ver quién trae la manzana mejor cortada –acabando frustradas porque la madre líder trae papaya o lichis o cosas muy molonas- y otros días es ella quien aparece con un Bollycao alegando las propiedades del cacao y de un buen chute de energía y todas esconden el tupper con la papaya –que les ha costado la vida encontrar- y salen que se las pelan buscando un chino para comprar bollería industrial.

La madre líder es la que da su veredicto sobre la maestra el primer día de clase y las demás esperan para saltar como hienas o aplaudir cual pingüinos, según cual sea el fallo y siguen a pies juntillas todas las indicaciones de la líder a la que la nombran delegada de la AMPA –y del hampa- y representante del consejo escolar y capitana de las madres Scouts y jefa suprema de las madres pusilánimes.

La madre líder es la que decide cómo hacer el disfraz de la fiesta de fin de curso y todas la siguen emocionadas ante tal derroche de creatividad y elevan al papel pinocho y al fixo como el sumun de la originalidad y el buen gusto. Y la madre líder tiene un orgasmo de ego. Otro.

Y es que la madre líder cree que todo lo hace bien, de hecho, mejor que nadie y aunque tenga ideas peregrinas y ridículas en más de una ocasión, no sólo nadie se atreve a decirle nada sino que todas fingen que se trata de una idea de 10, aunque consista en vestirse de tuneras para la quedada nocturna de padres y madres.

La madre líder no era mala gente, pero aprendió a ser dictadora tras la presión de las madres borrego y se acostumbró a ser la jefa y a que sus decisiones fuera a misa, así, ahora es un poco tirana, aunque parte de su desprecio –subliminal pero obvio- por las madres fielmente seguidoras se basa en el aburrimiento que éstas le producen, así si alguna se le rebela o halla en el parque a una madre con ideas propias, no sólo rebaja su nivel dictatorial sino que acaba respetándola y siendo madre normal en petit comité. Eso sí, ambas serán madres líderes y lo suficientemente tiranas para ser respetadas de cara a las demás, que esperan indicaciones con una papaya y dos donuts blancos espachurrados en la mochila.

(Nivel de identificación personal con la madre líder 0 sobre 10)

Y repetimos:
Cada lunes, un nuevo modelo de madre en ‘Madre sí hay más que una’. Entendemos que son tipos muy puristas y que más de una podéis picar de varios a la vez, pero de cualquier manera, hagamos autocrítica y encasillémonos, será divertido!! Los que no seáis madres podéis encasillar a las vuestras, a vuestras hermanas, a vuestras amigas o a vuestras mujeres… que todo sea crítiqueo y algarabía. Eso sí, que conste que desde ‘Hija no hay más que una’ no queremos juzgar a ningún prototipo de madre, o no mucho al menos, así que, por favor, que nadie se ofenda que nos va a tocar a todas… pero entretanto, a divertirse!

domingo, 21 de abril de 2013

Publicidad, sobornos y otras maravillas. FarmaciaMarket


Como soy una mujer empanada que bastante tiene con no echar a arder la casa en alguno de sus descuidos –que ya os he dicho que la maternidad, además de envejecer,  atonta- siempre había creído que en las farmacias todos los artículos valían lo mismo. A ver, no que costaran igual unas tiritas que un paquete de tetinas sino que esos productos costaban igual en todos los establecimientos farmacéuticos por alguna ley o norma o qué sé yo.

De ahí que cuando le compraba la leche al pelirrojismo –sí, le di leche artificial, ahora podéis denunciarme- siempre la compraba en la misma farmacia de debajo de casa y me gastaba los cuartos feliz e ignorante hasta que un día la pobre farmacéutica, que ya era coleguita del barrio, me dijo que probara a comprarla en otra farmacia porque en la suya era más caro por no sé qué historia del poco consumo en leches de bebé que tenía su negocio. Total, que fui probando en diferentes establecimientos y sorprendida comprobé que había diferencias de hasta 6 ó 7 euros por bote ¿estamos locos?

Pues al parecer esa diferencia de precio es todavía más heavy respecto a las farmacias on line porque claro, ahorran en gastos como local, personal y muchas otras cosas que pueden hacer posible vender más barato y encima con la comodidad de comprar desde tu salón y luego esperar en tu casa, meciendo a tu hijo con una mano y trasteando el mando de la tele con la otra, a que llegue el repartidor con todo lo que necesitas.

Y para eso tienes a Farmacia Market, el canal de venta por internet del despacho de farmacia del Farmacéutico Luis Ortiz de Urbina registrado en el Colegio de Farmacéuticos de León, donde podrás encontrar un amplio catálogo de artículos de parafarmacia, con iguales garantías y un mayor ahorro que en las farmacias tradicionales y además con el asesoramiento de un profesional on line ¿qué más se puede pedir? Pues que los gastos de envío sean baratos y lo son: gratis si el pedido supera los 75 Euros y si no, 4,95 euros y te llega en 48 horas. Marvellous.

No obstante si tienes prisas y lo quieres para la mañana siguiente, lo puedes tener por muy poco más por lo que se acabaron los agobios de ‘Igual mañana me quedo sin leche y no quiero sacar al peque con este frío’ y otras películas para no dormir que hemos vivido todas…

Y bueno, no sólo tienen productos para bebé, que hay de todo, o sea que si eres de las que te da fatiga comprar según qué cosas y te da la risa floja en la caja cuando te toca pedir preservativos aunque tengas cuarenta tacos, FarmaciaMarket es tu parafarmacia. Tú espera y ellos te lo traen. ¿a que mola?

Pásate a conocerlos y echa un ojo por su web, te va a encantar!
http://www.farmaciamarket.es/

viernes, 19 de abril de 2013

Cinco diferencias entre la embarazada primeriza y la repetidora


1.- La embarazada primeriza asiste embobada a cada patadita que le da su nonato y llama a media España para que le ponga la mano encima y lo 'disfrute'. En cambio, la repetidora  lanza un bufido, pone los ojos en blanco y se mueve enérgicamente la barriga como 'Gordi' de los Goonies pero en nivel extreme para que el niño se le recoloque o se acojone y deje de maltratarla. 

2.- La embarazada primeriza le pone música a su cigoto a través del barrigón para que se familiarice con algunas nanas antes de venir al mundo. La madre repetidora, como mucho, le profiere amenazas para que le salga dormilón y buen comedor. Sobre todo, dormilón.

3.- La embarazada primeriza se lee una colección completa de libros sobre cómo criar a su prole. La repetidora apenas tiene tiempo para leer los folletos de Carrefour pero si lo tuviera lo emplearía en algo más provechoso, como ver telebasura o dar cabezadas en el sofá.

4.- La embarazada primeriza lleva una lista con las calorías ingeridas y no se acerca al salchichón por si le salta a la cara un chute de toxoplasmosis, sin embargo, la repetidora come como si no hubiera un mañana, que las acelgas del primer embarazo no la libraron de los más de 20 kilos que se echó encima y puestos a ser una morsa, mejor una morsa que come jamón ibérico. 

5.- La embarazada primeriza tiene memorizada una marcación rápida en el móvil para su ginecólogo, quien roza la depresión cada vez que la ve entrar por la consulta con una libreta donde apunta las dudas. A la madre repetidora ya no le quedan demasiadas preguntas por hacer y el ginecólogo que a punto estuvo de pedir la baja cuando supo de su segundo embarazo, vuelve a recuperar la esperanza y las ganas de vivir.

jueves, 18 de abril de 2013

Cosas que ya sé sobre cigoto


1.- Cigoto será un gigantobebé.- No lo digo yo, lo dice el ginecólogo y el ecógrafo y la señora de la panadería que pone los ojos en blanco cuando le digo que aún me quedan dos meses por delante para expulsarlo fuera de mi cuerpo como un alien invasor de ésos de las películas que le gustan al pater y acaban creciendo exponencialmente hasta que hacen estallar el cuerpo del portador y acaban dominando el mundo. Pues eso.

2.- Cigoto será futbolista o saltador de comba o tiene el síndrome de piernas inquietas o simplemente es porculero nivel profesional porque se pasa día y noche y madrugada pateándome el abdomen para dejar claro que sigue vivo y que es el que manda en el bienestar de mis entrañas. Y cuando digo bienestar me refiero a la pobre esperanza de mantener todos los órganos en su sitio.

3.- Cigoto tendrá las cejas corridas. A ver, la pelirroja mirada muy de cerca, tiene pelillos en el entrecejo y es una señorita y además tienes las cejas claritas, claritas, lo que deja  claro que si cigoto es moreno tendrá las cejas de Paloma Segrelles pero en versión única. Pero puedo prometer y prometo que le meto las pinzas antes del bautizo. Aunque me quiten la custodia.

4.-Cigoto será ninguneado por el pelirrojismo. Prometo hacer lo que pueda porque tenga su poquito de protagonismo y su espacio para el ego personal, pero la pelirroja y su caída de ojos ya se llevan por delante a cualquiera por lo que cigoto y su ceja única lo tienen muy pero que muy difícil. Pobre.

5.- Cigoto será un amante de la comida basura y por ende, un condenado a la dieta Dukan. Es oler una pizza o un donuts o una tableta de chocolate y se me vuelve loco, dando volteretas o espasmos o movimientos rítmicos acojonantes que me deforman la barriga y me dejan al borde del shock multiorgánico. Y, claro, me lo tengo que comer. No por mí, por él, que estaría feísimo dejarlo soseío al otro lado de la pared abdominal, que si por mí fuera viviría a base de espinacas y coles de Bruselas. Faltaría más.

miércoles, 17 de abril de 2013

Los patines o una nueva manera de morir


La pelirroja no es una niña especialmente ágil. Vale que es más ágil de lo que yo esperaba de ella –que al final soy como ni madre en esto de animar a la prole-  principalmente gracias al pater y a la suegra que son más temerarios que yo y la dejan subirse en los columpios sin pegarle gritos de ‘cuidadoooooo, que te vas a caer’, metiéndole el miedo en el cuerpo y haciendo que vuelva sobre sus pasos con el corazón en la boca y dando traspiés, como hago yo, que ya he dicho muchas veces lo asustona que soy para estas cosas, que una ha visto muchos telefilmes de Antena 3 y la musiquilla tenebrosa siempre suena cuando están en lo alto del tobogán y las únicas opciones posibles son secuestrador bielorruso o descalabro mortal. Y en mi barrio no hay bielorrusos. Bielorrusos secuestradores, quiero decir.

Así que cuando la niña me pidió que le comprara unos patines, ya os podéis imaginar no sólo la cara de espanto que se me puso sino la cantidad de imágenes que se me pasaron por la mente donde la pelirroja sin dientes y ensangrentada como un cordero marroquí se arrastraba por el parque pidiendo clemencia. Sin embargo, la idea de hacer de la niña una ‘niña de padres viejos’ como me dice mi hermana, más acostumbrada que yo a los descalabros -que para eso es maestra de infantil-, no es algo que me apasione, no vayan luego a quedarle traumas que me tire a la cara a los treinta años o que le pase como a mí, que cuando hacía mis intentos croquetiles de dar la voltereta con cuatro años sobre el sofá de mi casa con mis vecinos ágiles empujándome el culo, mi madre me gritaba que me iba a partir el cuello y me iba a quedar lisiada de por vida y otras amenazas terroríficas, hasta el punto de que ya nunca, jamás de los jamases, fui capaz de hacerla, ni siquiera frente a la cara de loco del profesor suplente de gimnasia de segundo de BUP que habían sacado de un remake de la Chaqueta Metálica.

De ahí que no rechazara la idea del todo, quizá en unos meses cuando fuera un poco mayor o para su cumple que es en noviembre, pero todo con la boca chica por si me daba la neura después y me negaba, sobre todo, después de consultárselo a la mamma que tiene visiones todavía más sangrientas que las mías y que tampoco da un duro por la agilidad de la nieta.

Así que cuando la abuela paterna, en clara confabulación con el pater, apareció en casa con unos patines de botas de la Sirenita heredados de la prima Sara, creí morir y supe que ya hablaría de mi vida en dos partes bien diferenciadas, la pre y la post patines y que seguramente la parte de la postpatines sería sensiblemente más corta.

Como era de esperar, la pelirroja se volvió loca de alegría al tener en su poder un arma de destrucción masiva –de la integridad de sus huesos, de la de los muebles de la casa y de la de mi inestable y maltratada psique- y desde entonces vive con los pinreles regordetes dentro de ellos, caminando más que patinando por toda la casa como si fuera un Transformer escocido. Pero claro por mucho cuidado que ponga la pobre en dominar el nuevo artefacto, cada tres segundos aproximadamente sale disparada de su posición inicial y con cara de espanto acaba estampada contra una pared.

Sin embargo, por aquello de que sarna con gusto no pica, la pobre se levanta riéndose a carcajadas y mirándome de reojo para ver cuándo poco el grito en el cielo y escondo los patines en el altillo y para evitarlo hace como que lo tiene controlado y se levanta sin querer ayuda con los pelos sobre la cara y tanteando el aire buscando equilibrio para acabar nuevamente estampada contra el suelo, hincada de rodillas como pidiendo plegaria y así hasta tres o cuatro veces cuando ya consigue erguirse y volver a caminar como un Transformer otros cuatro o cinco segundos para volver a estamparse… y así todo el día. La parte positiva es que aún tiene todos los dientes. Que no es poco.

martes, 16 de abril de 2013

Seis boquerones, seis


Imagino que para cualquier madre del mundo, el hecho de que su hijo se coma seis boquerones para almorzar es poco menos que un despropósito, un mal día en el recuento de vitaminas y enzimas y ácidos grasos poliinsaturados y todas esas cosas tan tristes de las que hablan los nutricionistas pero que son parte clave del desarrollo del cuerpo humano y de la satisfacción maternal… en plan si tu hijo no tiene los suficientes aminoácidos pues como que no estás completa y eso es así(n).

Sin embargo, para mí que tengo la cuenta de satisfacciones alimentacias pelirrojiles en números rojos y que la niña prefiere comerse un trozo de goma de globo turquesa–esto es verídico- antes que un trozo de quesito El Caserío, el hecho de que un mediodía, así por la buenas se comiera seis boquerones, seis, sin rechistar y haciendo como que era una niña normal, me dejó al borde del colapso, pero del colapso alegre y eufórico, que no se diga que en esta casa no sabemos celebrar las cosas, pero sin decir esta boca es mía y controlando hasta la respiración, no fuera a ser que en un despiste, una –con los ojos como un lémur- emitiera un ruido más alto que otro y la despertara de esa especie de ensoñación nutricional que la mantenía como hipnotizada comiendo boquerones.

Así que no fue hasta que dijo que ya no quería más, cuando empezaron las celebraciones en casa, como si la niña se nos hubiera graduado en Harvard Cum Laude. El pater, receloso, contando las colas de los pescados para ver que allí no había ni trampa ni cartón y yo, entusiasmada, felicitaba al pelirrojismo, quien aprovechando la ocasión de tanta festividad familiar, nos recitó una retahíla de posibles regalos con los que agasajarla y premiar su hazaña, que la nena, tonta lo que se dice tonta nunca ha sido y claro, ahora con el chute de Omega 3 en vena, tenía las neuronas desatadas.

Y me engatusó. Que seis boquerones bien valían un regalito… y por la tarde me la llevé a un chino para que eligiera lo que quisiera –ahora lamento no haberla llevado a Eurekakids- y la niña en lugar de elegir un par de Barbies falsonas o un kit completo de princesa venida a menos, eligió una flauta. Otra. Y una que es débil y que estaba como loca por la ingesta de pescado obvió lo obvio y olvidó que las dos anteriores las quiso quemar en el Monte del Destino de Mordor y tuvo que conformarse con esconderlas junto a la trompeta infernal y al tambor semanasantero en el altillo del ropero… y se la compré.

Y aquí la tengo desde entonces, pegando pitadas sin descanso –aunque ella y su oído vago creen que toca una melodía, pobre- mientras yo planeo como volver a quitarla de en medio –a la flauta, no a la niña- sin que tengamos la primavera árabe en el salón y empiezo a plantearme el hecho de que comer potitos hasta los 18 tampoco es una mala opción… que quién sabe si los boquerones no eran de piscifactoría.

lunes, 15 de abril de 2013

Madre sí hay más que una. 48.- La madre acosadora


La madre acosadora tiene pocas amigas madres o amigas en general, quién sabe, y anda tras la pista de las otras madres del colegio o del fútbol o del baile, cuantas más mejor, para hacerlas sus muy mejores amigas por siempre jamás. Quieran ellas o no.

La madre acosadora te mira con ojos golositos desde la otra punta del parque y se acerca sigilosamente entre los barrotes de los columpios para ponerse a tu lado y hacerse tu amiga en base a las tantísimas cosas que, según ella, tenéis en común.

La madre acosadora obliga a su hijo a que se haga amigo del tuyo aunque se lleven siete años y no se puedan ni ver, para en base a esa amistad cimentar su nueva vida social en la que tú, sin saberlo, has pasado a ser parte protagonista. Y te dice cosas del tipo ‘¿tú sabes que nuestros niños son íntimos en el colegio? Como te lo digo, una piña, y digo yo que deberíamos apuntarlos juntos a karate’, mientras invade tu espacio vital como un ligón de discoteca hasta que notas su respiración en la mejilla y entonces, te ofrece un puñado de su paquete de pipas con sal.

La madre acosadora organiza todo tipo de eventos en su casa y obliga a su prole a que invite a sus amiguitos y a las mamás de sus amiguitos para poder entablar conversaciones y hacer un grupo de madres corrillo, que es la ilusión de toda su vida. Así, no hay Halloween ni Navidad ni fiesta de Pascua en el que no haya merendola en su casa, oportunidad que aprovecha para organizar una quedada de sólo madres con nocturnidad y alevosía.

La madre acosadora tiene un montón de estrategias para acercarse a las madres que considere apropiadas para incluir en su vida, entre ellas el criticar a terceras o a la maestra o a la catequista y es implacable aunque incomode a sus interlocutoras que ni siquiera se habían planteado el hecho de que la maestra se pareciera a Jesús Gil o que lleveara anillo de casada 'a pesar de que es por todos sabido que la tiparraca es madre soltera'…

La madrea acosadora no entiende una indirecta y hay que escupirle a la cara para que asimile que no tienes intención de ser su muy mejor amiga por eso te ves obligada a darle el teléfono, la dirección de casa y tu talla de sujetador por aquello de no herirla y al final que te ves obligada a vivir con el whatssap silenciado ante su insufrible verborrea digital.

(Nivel de identificación personal con la madre acosadora 0 sobre 10)

Y repetimos:
Cada lunes, un nuevo modelo de madre en ‘Madre sí hay más que una’. Entendemos que son tipos muy puristas y que más de una podéis picar de varios a la vez, pero de cualquier manera, hagamos autocrítica y encasillémonos, será divertido!! Los que no seáis madres podéis encasillar a las vuestras, a vuestras hermanas, a vuestras amigas o a vuestras mujeres… que todo sea crítiqueo y algarabía. Eso sí, que conste que desde ‘Hija no hay más que una’ no queremos juzgar a ningún prototipo de madre, o no mucho al menos, así que, por favor, que nadie se ofenda que nos va a tocar a todas… pero entretanto, a divertirse!

domingo, 14 de abril de 2013

Publicidad, sobornos y otras maravillas. Peques Guapos


Una de las mejores cosas que tiene el embarazo –junto al hecho de camuflar los efectos de las chocolatinas-  es preparar la ropa para el bebé y visitar mil y una tiendas para encontrar los modelitos más preciosos y cómodos del mercado, que el nene tiene que estar guapo y presentable, pero también cómodo, que su recién estrenada vida de comer y dormir y defecar precisa de ropa cómoda.

De ahí que mucha gente crea que a mí sólo me gusta la ropa clásica para los niños, qué disparate –que diría mi abuela-, a mí lo que no me gustan son los niños chandaleros y sobre todo los niños pequeñitos que van vestidos de adultos a las tres semanas de vida, con el pantalón vaquero hincado en el ombligo, pero la ropa moderna y actual sobre todo a partir de los 6 meses, sí que me gusta, máxime si tiene un diseño sencillo pero currado. No cualquier cosa, que una es exigente.

Por eso, me encanta la idea del pañuelo-babero de Peques Guapos con el que los bebés pueden estar guapitos y cómodos, secos y limpios al mismo tiempo desde los 6 meses de vida y hasta los 2 añitos, haciendo del babero –que tantos y tantos conjuntos nos estropea- un accesorio más y encima, divino de la muerte. Una bicoca, oiga.

Y los hay estampados para los más modernos y en colores lisos e incluso pasteles para los más clásicos, pero todos en forma de pañuelo y con cierre de clic para comodidad total de los papás… y por unos precios buenísimos.

Según nos cuentan desde Peques Guapos, estos pañuelos Quita-babas’ que así se llaman, se ven mucho por otros países europeos, de ahí la idea de la fundadora de la empresa de traerlos a España importados directamente desde Suecia, para que nuestros peques también puedan ser molones y, además, nosotras las mamás podamos estar tranquilas sabiendo que se mantienen secos como con el más absorbente babero de toda la vida, sobre todo en la etapa de la dentición, pero en su versión más divertida.

Igualmente y aunque su producto estrella son los pañuelos ‘Quita-babas’, también venden portachupetes divertidos a modo de condecoraciones que sin duda, sumarán al total del look del nene, que el amor no tendrá edad pero el gusto por la moda tampoco…

Pues eso, que si queréis echar un vistazo y ver lo chulos que son, pasaros por su web http://www.pequesguapos.com y ya me contaréis…

sábado, 13 de abril de 2013

Segunda caja Nonabox!


Hace unos días me llamó un mensajero para decirme que estaba en la puerta de mi casa con la nueva cajita de Nonabox. Yo que soy muy ansiosa, dejé la compra a medio hacer para salir como alma que lleva el diablo a buscarlo y a hacerme con mi caja, no fuera a ser que se arrepintieran y acabaran llevándosela, con lo faltita que está una de regalos y bonituras.

Así que aquel día nos quedamos sin fruta, pero a cambio, tenemos una nueva caja con muchas cositas que os paso a relatar. Para ser sincera, os diré que me gustó más la del mes pasado, quizá porque las cositas que traía me venían mejor o porque eran más de mi gusto o porque me entristecí porque en mi caja de este mes no venía el pañuelo molón de Peques Guapos que aparecía en la web y con el que cigoto hubiera fardado tanto… Pero bueno, en cualquier caso, sigo creyendo que hice bien en abandonar la frutería por la ya famosa cajita malva, que tantas monadas esconde.



Os cuento lo que traía:


Un babero de Aden+Anais. En realidad es un babero raruno o un pañito para echar la leche, me gusta porque es de muselina, que ya os he dicho que ahora es tendencia y es muy suave aunque para babero lo veo raro porque dadas sus dimensiones puede envolver al cigoto entero. Pero lo usaré porque como sigo es resuave.

Porta chupetes de Hevea. Es de algodón orgánico, estampado en tinta de soja y sin níquel, pero quizá el tono marrón lo hace un poco tristón. No obstante, lo usaré sobre todo porque tiene donde poner el nombre por detrás de cara a la guardería y me parece muy práctico.

Mordedor en forma de mariquita. Una remonada. A cigoto le encantará, siempre y cuando no crea que va con segundas…

Leche hidratante de Laboratorios Babé. Me encanta. Es ligera y suave y no de ésas que parecen que escayolan a los chiquillos. Me la apunto.

Pañales Moltex Premium. Ya sabéis que no puedo probarlos por el momento, sólo le faltaba a la pelirroja volver a usar pañales... Os contaré más cuando nazca cigoto.

Emenea Monodosis de Gynea. Estos son unos sobrecitos, al parecer milagrosos, que quitan las náuseas de las embarazadas. Lástima haberlos descubierto ahora con lo malita que he estado echando la bilis por las cuencas de los ojos. Como imaginareis no puedo saber si funcionan, pero creo que merece la pena probarlos… Yo lo haría. Aunque yo hubiera probado uranio si con eso se me hubieran quitado las náuseas...

Láminas de jabón de Ejove. Qué cosa más cuquísima. Son laminitas de jabón que parecen de papel y que vienen en un estuche minúsculo para poder usar en cualquier lugar con un poco de agua. He de confesar que cuando las vi, creí durante largo rato que se trataba de esas láminas de mentol que vendían para refrescar el aliento… Menos mal que no me dio por comérmelas o al pater le hubiera dado un infarto viéndome echar espuma por la boca…

Pues eso es todo! Si queréis más info pasaos por su web http://nonabox.es/