lunes, 28 de diciembre de 2015

Seis consejos para disfrutar de la Navidad


1.- Cómetelo todo, mujer, que es Navidad. Disfruta de la guarnición de patatas de tu madre, del tocino de cielo de tu tía y del Suchard, que es una vez (o dos) al año y dale alegría a tus caderas, que bastante deprimidas llevan las criaturas todo el año con tanta zumba y tanta dieta hipocalórica. Y si no te cabe el minúsculo vestido de lentejuelas que tenías pensado ponerte para dar el golpe en Nochevieja, cambia de look, que un vestido no merece unas navidades a calabacín hervido. ¿Es que aún no sabes que tu encanto no está en el vestido? Mírate al espejo y sonríe. Está ahí.

2.- Baila. Baila mucho. Con tus hijos, con tu pareja, con tu hermana, con tu madre o con tus amigos. En el salón lleno de trastos, de madrugada en la discoteca, en la oficina o en la terraza pelándote de frío. Un pasodoble con la abuela, un lento con tu novio, un reggaeton con tu hermana o la coreografía del villancico de Mariah Carey que ha aprendido el nene en la guardería. Baila. Baila mucho y ríete. Es el único secreto para casi todo.

3.- Acuérdate de los que no sueles acordarte. Una postal, una llamada, un mensaje… A veces con algo muy pequeño le alegras la vida a alguien.

4.- Tómate una copa. O dos. Brinda por todo lo bonito que tienes y pásatelo pipa. Emborráchate, haz el tonto, ríete de todo y déjate llevar por la exaltación de la amistad y el buenrollismo. Si no lo haces en Navidad ¿cuándo lo vas a hacer?

5.- Déjate de whatssaps y queda para tomar café.

6.- Vuelve a ser una niña, emociónate, tírate al suelo a coger caramelos en la Cabalgata, escríbele una carta a los Reyes y pídete algún capricho, come bombones, ríete a carcajadas, píntate los labios... deja de ser la jefa, respira y disfruta de la Navidad. Que te lo has ganado.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Quiérete mucho

Puede que tu niña sea la más despeinada de la clase, que tengas la casa hecha un desastre y haga demasiados días que te acuestes en una cama sin hacer. Que los bizcochos nunca te suban. Puede que en tu trabajo no seas la primera y haya mañanas que quisieras reventar la oficina con un bazoka. Puede que te pases cinco días a dieta extrema y que al sexto te comas dos cajas de galletas oreo. Puede que a veces seas un desastre y creas que nada te sale a derechas y a veces sea verdad. 

Puede que a veces seas bipolar y te plantees hacer justo de lo que ayer renegabas y que mañana reniegues otra vez. Puede que tengas el pelo de loca y no tengas tiempo de hacerte la plancha y que cuando lo tengas, no tengas ganas y que cuando las tengas, se te acabe erizando al minuto y que nunca tengas la melena que se supone que debías tener. Ni la melena, ni el cuerpo, ni la postura ni la tersura epidérmica. 

Puede que la cagues y metas la pata. Puede que a veces te enfades más de la cuenta, que la vida se te ponga cuesta arriba y maldigas hasta al último elfo del Polo Norte. Puede que tus niños no saquen sobresalientes aunque te pases todo el día repasando las tablas con ellos y que sean los más cafres del parque. 

Puede que no llegues a fin de mes por mucho que ahorres y que se te acumulen las facturas impagadas y las tareas pendientes. Que prometas a tus amigas cuidarte más y ni siquiera te eches el sérum que te regalaron porque por la noche ya no te quedan fuerzas en los brazos y hayas perdido la cuenta de las siestas por echar. 

Puede que no seas cool, que a ti el rollo casual te haga parecer una mendiga, que no te sienten bien los labios fucsia, que no te guste el gin tonic. Puede que nunca cumplas las listas aunque quieras hacerlo, que no tengas tiempo de casi nada y que se te olvide comprar el pan, el traje de pastora o la vela que hay que llevar mañana al colegio para la procesión de la Virgen niña y tengas que inventarte otra excusa para que la señorita no te mire mal. 

Puede que creas que no llegas nunca a ningún sitio y que te castigues por no ser omnipresente pero ¿sabes que te digo? Que dejes de castigarte porque lo estás haciendo muy bien. Que tienes hijos y eres capaz de levantarte siete veces por noche y acurrucarte con ellos bajo las sábanas y quitarles los miedos de un plumazo, que no tienes fuerzas para sérums pero nunca te han faltado para mecer a tus bebés y consolarlos de sus cólicos y sus males o vitorearlo en un partido de fútbol hasta quedarte afónica, que vas cada día a trabajar y rindes como la primera aunque no hayas pegado ojo, que no dejas de intentarlo, que sonríes a los vecinos en el portal y lloras con un anuncio bonito, que siempre estás ahí para consolar a un amigo, que igual no pagas todas las facturas a tiempo, pero nunca te falta para comprarle un helado al peque, que lloras y empiezas de nuevo, que te cansas pero nunca te rindes, que bailas en el salón y te saltas la dieta cuando lo merece aunque nunca te acabe cerrando el pantalón, que te armas de paciencia para explicarle a la nena las decenas y celebras su aprobado como si fuera un Nobel, que a veces no llegas porque te detienes a oler las flores del camino y no lo sabes, pero eso es lo que te hace especial. No lo olvides nunca y quiérete mucho porque yo ya te quiero. Y lo más importante, me gustas un huevo.

Feliz Navidad 

lunes, 14 de diciembre de 2015

Querido Papa Noel



Como vivo sin vivir en mí, ardiente en deseos varios que mejoren mi complicada existencia de madre trabajadora con dos bestias pardas a su cargo, no he podido evitar hacer ya mi lista de Papa Noel, que a quien madruga dios le ayuda y aunque en casa somos más de los Reyes Magos, cualquier ayuda es poca
                  
1.- Quiero una doble de mi persona preparada para las escenas de acción familiar como hacer los copiados infinitos con la pelirroja, desenredarle la cabellera llena de nudos marineros de tres cabos, llevar al hermanísimo al parque de columpios y verlo morir tobogán abajo, limpiar la casa y hacer cola en McDonalds para descambiar la careta del pony rosa como si fuera un asunto de seguridad estatal. Por supuesto, los demás creerán que soy yo, por lo que habré que despeinarla cada día y ponerle rictus de chunga para que no sospechen.

2.- Vale, acepto que el cuerpo de la Pataki no me lo vas a traer ¿pero sería posible un metabolismo ya no te digo bueno, pero uno que no me engordara cinco kilos las caderas por lamer dos pastillas de chocolate? Gracias.

3.- Quiero que las cejas siempre estén depiladas, las uñas pintadas y el pelo planchado o por lo menos que lo estén los primeros veinte minutos de salida, no que a la segunda copa ya tenga las uñas desconchadas, el pelo fosco y el rimel a medio correr. Y para las cejas mándame una esteticien que no tenga uñas de actriz porno y que no se empeñe en dejarme las cejas de un transexual brasileño.

4.- Detén mi envejecimiento prematuro. Ahora. O si no, dame billetes para ácido hialurónico en vena. ¿qué mierda son estas canas? ¿y este tonteo con el descolgamiento facial con inicios de surcos peligrosos? Sólo tengo 37 por dios. On fire.

5.- Quiero dormir. Mucho y bien. Quiero nueve horas diarias durmiendo sin despertarme, sin que me tiren de la manta sin ronquidos, gritos, llamamientos, miedos pises y demás. Por la dignidad en el sueño ya.

6.- Quiero que mi cuerpo crea que voy al gimnasio. Que se me pongan los muslos de acero y la barriga remetida y el cerebro me segregue endorfina o lo que sea que segrega cuando haces deporte y que está muy bien, mientras yo leo la Vogue en el sofá. O si no al menos que me dé fuerzas para ir al gimnasio más allá  del día de la matriculación. Y que incluya en el pack un agente de la condicional que me lleve y me traiga con mis horribles mallas del Decatlhlon. Algo hay que hacer. Aunque siempre puede hacerlo la doble, claro, que para algo me la he pedido.

martes, 8 de diciembre de 2015

Consejos para sobrevivir a la Navidad



Cuando una es madre debe hacerse a la idea de que siempre está en activo como un agente de la CIA o una vendedora de Avon y que por mucho que quiera hacerse la muerta en el sofá o hincando la frente contra una esquina del salón, ha de prepararse para lo que esté por venir, que generalmente no suele ser bueno.

Así, ahora con la llegada de la Navidad una ha de prepararse concienzudamente y no sólo con una dieta hipocalórica para luego darlo todo en las comidas familiares sin reventar el pantalón de fiesta, sino como quien va a la guerrilla colombiana, que cualquier preparativo es poco con tanta luz y tanto niño y tanto catálogo de juguetes amenazando en el buzón y tanto turrón Suchard cortejándote desde la estantería.
He aquí algunos consejos para que la Navidad no te acabe matando.

1.- Toma vitaminas y todo tipo de sustancias energéticas que caigan en tus manos. La Navidad es larga, la familia grande y el calendario de actividades imprescindibles aterra de solo mirarlo. La función del colegio, la visita al paje, los chocolates con churros, el encendido del alumbrado, la visita de belenes, los puestos navideños, la Nochebuena, la comida de Navidad, los encuentros con amigos… y así hasta echar espuma por la boca en mitad de la plaza mayor. Con lo que eso traumatiza.

2.- Esconde todos los catálogos de juguetes o rómpelos o quémalos, que los catálogos los carga el diablo y en menos que canta un gallo la niña se habrá aprendido todos los nombres de todos los juguetes que quiere, que generalmente son todos –lo mismo le vale la Barbie soñadora con Pegaso que la caja completa de los Vengadores- y cuyo precio total oscila entre los dos y los tres millones de euros y te verás alquilando un trailer para traerlos al salón y lo que es peor, rehipotecando la casa. Como está ahora el Euribor.

3.- Huye de juguetes con muchas piezas o de juegos de hacer cosas si no quieres acabar con 200.000 perlitas para el pelo repartidas por la casa, clavadas en las plantas de los pies o en el iris del pater o acabar con el hermanísimo intoxicado después de beberse el líquido para hacer jabones de un trago y tres cuartas partes de los experimentos del quimicefa.

4.- Si tienes ocasión, colócale un chip de localización a los niños, sobre todo si vives en una ciudad en cuyo centro se da cita un número de amantes de la navidad equivalente a la población de la India, pero llenos de bolsas de regalos, paraguas, abrigos y mucha ansiedad, por lo que o te grapas tu jersey al de los niños o acabarás con las pupilas locas como Marujita Díaz buscándolos entre la muchedumbre.

5.- Cómetelo todo. Total, vas a engordar igual y al final te verás con cara de pringada el 7 de enero con una barriga cervecera como la de un irlandés borrachazo sin ni siquiera haber probado el turrón. ¿estamos locos? Si luego vamos a tener que sobrevivir todo enero con el vestido de premamá que todas guardamos en nuestro armario para épocas difíciles –sí, tú también, chata-, al menos que sea por haberlo disfrutado. Hombre ya.

6.- Escribe una carta a los Reyes y pide por esa boquita. El metabolismo de Elsa Pataki ya me lo he pedido yo. Sorry.

Y sobre todo disfruta. ¡Es Navidad!